¿Pisando el acelerador?
Si hay algo que deberíamos decir de esta tardía -muy tardía- adaptación cinematográfica de un videojuego extremadamente popular y con dos décadas largas en el mercado, es que el convite resultante podría haber sido mucho peor. Aquí el realizador Scott Waugh y el guionista George Gatins decidieron fusionar la esperable colección de persecuciones/ carreras/ escapes automovilísticos con una historia genérica y boba pero también bastante más apaciguada de lo que suele ser el promedio del Hollywood contemporáneo, factor que le juega esencialmente a favor a la película porque aporta una mínima sorpresa contextual.
Desde el comienzo, Need for Speed (2014) balancea sus componentes negativos y positivos con vistas a satisfacer, aunque sea en parte, a la gama más amplia posible de su público potencial. Todos los lugares comunes dicen presente: están el mecánico/ corredor taciturno, el villano multimillonario y codicioso, un ardid y posterior venganza entre ambos, la aparición amenazante de un tercero en discordia (la policía), la chica bonita pero “piola”, y la necesidad de recorrer Estados Unidos de punta a punta -para llegar a tiempo a la carrera definitoria- con un vehículo “tuneado” (en este caso, un muy apetecible Ford Mustang).
El subgénero del asfalto y la velocidad ha cambiado con los años, pensemos en clásicos nihilistas del “período de oro” como Bullitt (1968), Two-Lane Blacktop (1971), Vanishing Point (1971) y The Driver (1978). Lo que vino luego fue la proverbial estupidización progresiva de los 80, el vaciamiento de contenidos críticos y todo ese barniz ridículo post MTV que derivó en mamarrachos insufribles como la saga iniciada con Rápido y Furioso (The Fast and the Furious, 2001), y engendros infantiloides similares. Nuestro film en cuestión comparte algunos elementos con la susodicha franquicia y puede ser confundido con un exploitation indirecto, sin embargo logra apartarse de caminos tan superficiales.
Respetando a rajatabla la lógica de “una de cal y una de arena”, el dramatismo de cotillón y la pretendida seriedad del relato efectivamente se alejan de manera concienzuda del esteticismo de plástico de los últimos años, no obstante al mismo tiempo resulta innegable que no están lo suficientemente apuntalados ni nos llegan con la convicción necesaria para despertar empatía (el cúmulo de clichés, diálogos paupérrimos y una duración excesiva conspiran para que un elenco bienintencionado pueda levantar el nivel de la propuesta). A pesar de que las secuencias sobre ruedas y con el acelerador a fondo son prolijas y de espíritu retro, tampoco consiguen rescatarnos de una mediocridad amable y pasatista…