“Nadie se salva solo”. El mensaje que quiere transmitir la película, clarísimo desde el título. Pero la película dirigida por Sergio Castellitto y escrita por su mujer, Margaret Mazzantini, basada en su propia novela, es mucho más que un mensaje subrayado.
Delia y Gaetano son una ex pareja con hijos y un hogar que de repente se cayó a pedazos, y se juntan a cenar para tratar cómo serán las vacaciones con sus hijos ahora de separados. Ni Delia ni Gaetano se parecen demasiado a aquellos jóvenes que se enamoraron en un gimnasio y avanzaron rápidamente con eso a lo que llaman vida en pareja. Las diferencias no sólo están en lo físico, especialmente en una Delia que ahora lleva el cabello corto y los dientes arreglados.
Esa cena es la excusa que utilizan ellos y también su guionista para contar, de a poco, adelantando algunos hechos sólo a través de detalles que se luego se resignifican, la historia de ellos desde que se conocen hasta el lugar en donde se encuentran ahora.
Gaetano es una persona alegre, naturalmente seductora, escritor. Delia es nutricionista, obsesionada con la comida hasta el punto del trastorno (la anorexia como esa enfermedad que a veces está más o menos presente pero nunca se va; la comida como eso tan cotidiano para la mayoría y que es todo un tema para algunos) y, claro, insegura. Pero desde un primer momento parecen entenderse, al fin y al cabo se los ve profundamente enamorado.
¿Qué es lo que sucede entonces para terminar así, reprochándose, discutiendo, tirándose el helado en la cara en ese restaurante llenos de parejas que funcionan como espejo, de lo que fueron, de lo que son, de lo que serán, o de lo que podrían haber sido? Pues, la vida. Así de simple y complejo.
El matrimonio, los hijos, la vida en común, amoldarse a trabajos que no terminan de llenarnos, son algunas de las cosas que de a poco van enfrentando sus protagonistas, juntos y separados.
El acierto principal de la película de Castellitto es que aborda temas difíciles, aunque sean cotidianos no dejan de ser complejos, y le aporta un tono entre melancólico y tierno, depende del momento. Quizás a lo largo del film se siente que quiere abarcar demasiado, que está un poco recargado, pero lo cierto es que todo tiene su lugar y hora, y a la larga termina resultando un guión bastante conciso, no se siente que sobran ni faltan escenas.
“Me gustan las historias sin resolución (…). Los finales abiertos, digamos”, define su gusto en la literatura Delia y algo de eso tiene la película. No porque deje cosas en el aire, pero sí porque no se siente que termina, más bien se lo siente como un nuevo comienzo, como Gaetano explica que se hace cuando un guión no funciona, “descartamos todo y volvemos a empezar”. Y de eso se trata, volver a empezar, para poder seguir adelante. Y es más difícil en soledad, por eso su título termina de funcionar.