Más allá de su fama como comediante, cuando Jordan Peele se embarcó en una nueva carrera, esta vez como realizador, optó por otro género: el terror. Con Get out (Huye) se presentó como un director con una interesante búsqueda artística que continuó su camino con Us (Nosotros), poniendo en foco a gente de color como él pero sin que ése rasgo los defina. Ahora con esta nueva película, mucho más ambiciosa, va más allá y juega con las fusiones de géneros para contar una historia monstruosa pero también homenajear al cine como artefacto. Y con riesgo de caer en un lugar común voy a decir que es una película que debería ser vista en pantalla grande.
Peele, que es tan guionista como director, va sembrando intrigas en el medio del relato que gira en torno a dos hermanos recientemente huérfanos: él es parco, de pocas palabras, retraído; ella es extrovertida y alegre. Con el fallecimiento de su padre, el entrenador que trabajaba para Hollywood y además descendientes de un jinete leyenda de la historia del cine, los hermanos quedan desamparados también en lo económico, quizás no sólo porque no consiguen desenvolverse como él supo sino también porque los tiempos son otros, distintos, todo avanza a otro ritmo, más acelerado. Cuando aparece algo extraño en el cielo, algo que rompe con lo cotidiano (como una nube que permanece quieta durante días enteros), se entusiasman ante la idea de algo que viene de afuera. Pero el entusiasmo no pasa más que por lo económico y esas ganas que a la larga todos tienen, en especial en ese lugar, de triunfar: quieren poder registrarlo, grabarlo y hacerse reconocidos por eso.
Esta historia le sirve a Peele para jugar con los géneros: a veces es una comedia, otras un western, o una de ciencia ficción, una monster movie… pero su momento más logrado es el de puro terror. Un terror visceral que te deja muda. Y todo este pastiche de géneros se sucede con mucha fluidez, de manera auténtica. Incluso en la trama resulta creíble que estemos ante dos personajes totalmente distintos a los que vemos en típicas películas de terror: son inteligentes, precavidos pero también ambiciosos y obstinados.
Además de estos dos hermanos hay toda una galería de personajes bien construidos y dimensionales. Como el muchacho que tiene un espectáculo pero también guarda en el pasado una traumática escena en el mismo ambiente de trabajo. O el empleado de un comercio de electrónica que acaba de ser dejado por su novia y se arrastra interesado por lo que se traen entre manos estos dos hermanos y sus cámaras. O el director de cine empecinado en registrarlo todo, en entregarse por completo a su oficio.
En Nop! Peele se perfila como un gran arquitecto de historias, donde cada trama y personaje tienen su lugar y su espacio y no se pisan ni aplastan. Todo resulta calculado pero no frío ni forzado, desde esa primera enigmática escena que se expande en mitad del relato. Al mismo tiempo visualmente es siempre prolijo y acá crea planos inolvidables, desde los abiertos con ese cielo a simple vista normal en el que se percibe lo extraño hasta otros cerrados que sugieren lo peor en los momentos de ese terror escalofriante. Este tercer largometraje lo demuestra en pleno crecimiento y lo afianza como un realizador arriesgado y talentoso, ya no es una promesa nada más.
Nop! resulta una experiencia alucinante, gratifica ser espectadora de una película tan bien construida y capaz de generar tantas sensaciones. Es una galería de influencias y también una carta de amor al cine desde el corazón de éste. Y claro además de todo lo que puede sugerir esta amenaza exterior sobre la que conviene no contar demasiado, una crítica al mundo del espectáculo y sus contradicciones, ese lugar hermoso que te devora. Cómo puede herirte lo que luce tan atractivo, se preguntaba Madonna en su canción Hollywood.