Las presas caen por confusión
No cabe duda que No Sigas las Voces (Jang-san-beom, 2017) se ubica varios escalones por debajo de las otras dos películas surcoreanas que llegaron a la cartelera argentina durante el último tiempo, las excelentes Invasión Zombie (Busanhaeng, 2016) y En Presencia del Diablo (Gok-seong, 2016), no obstante el film cuenta con méritos suficientes para seguir confiando en la cinematografía del país asiático, una de las más interesantes del espectro contemporáneo del séptimo arte gracias a su potencia discursiva y la eficaz revitalización de géneros tradicionales como el terror, el thriller y la fantasía para adultos. Quizás el gran secreto de los surcoreanos sea precisamente el tomarse en serio a todas las propuestas que encaran, algo que el mainstream norteamericano ya no hace porque prefiere apostar a una ejecución rutinaria de las mismas fórmulas de siempre sin molestarse por la integridad retórica de la realización, su idiosincrasia peculiar o siquiera el respeto hacia el espectador.
En términos concretos este es el segundo opus de Huh Jung, quien cosechó un cierto éxito internacional con su atrapante ópera prima, Hide and Seek (Sum-bakk-og-jil, 2013), y ahora se sirve del “Tigre de Jangsan”, una leyenda popular de Corea del Sur, para construir una película de horror que combina los relatos de monstruos, el melodrama familiar y hasta los exponentes diabólicos de asimilación progresiva y caos identitario: el mito en cuestión está centrado en una criatura cuya anatomía es una mezcla entre la de los felinos y la de los perros, posee dientes afilados y un bello pelaje blanco, viaja con rapidez entre las montañas de la región de Jangsan y se supone que puede imitar la voz humana como un mecanismo para atraer a apetitosos bípedos desprevenidos, los cuales suelen formar parte de su dieta cotidiana. Vale aclarar desde el vamos que el film deja de lado esta representación y apunta en cambio a una figura humanoide símil posesión clásica, con algunos detalles del original.
La trama gira alrededor de Hee-yeon (Yum Jung-ah), una mujer que se muda a Jangsan junto a su esposo Min-ho (Park Hyuk-kwon), su pequeña hija Joon-hee (Bang Yu-seol) y su madre senil/ demente Soon-ja (Heo Jin), con la esperanza de que esta última recupere la memoria al regresar a su distrito natal y pueda decirles qué ocurrió con el otro hijo del clan, Joon-seo, quien desapareció cinco años atrás en Seúl mientras estaba a su cuidado. La leyenda de turno entra en la historia mediante una cueva misteriosa cercana, en la que estaba encerrada una pobre mujer que termina falleciendo: la oscuridad amenazante del lugar y los susurros que todos oyen parecen vincular el pasado trágico de la anciana y el presente no menos atribulado de una nena (Shin Rin-ah) que es encontrada vagando en las inmediaciones por Hee-yeon. Mientras Joon-hee se divierte con una aplicación de su tablet que reproduce todo lo que dice, la otra niña adopta su nombre y también empieza a repetir lo que escucha en el entorno familiar, algo que Soon-ja parece no tomárselo del todo bien porque comienza a perseguirla con un cuchillo… y luego desaparece de la faz de la tierra.
En general Huh administra bastante bien el suspenso y consigue atrapar al espectador a través de secuencias no muy originales pero con una carga importante de nerviosismo. Otro de los elementos a favor es el núcleo dramático principal, léase esa sustitución en la psiquis de la protagonista de Joon-seo por la nenita huérfana, un enroque que está apuntalado con sutileza y sin las escenas remanidas del cine yanqui. Lamentablemente No Sigas las Voces asimismo acumula unos cuantos pifies al paso: incluye numerosas subtramas y personajes secundarios que quedan volando en el aire sin mayor desarrollo, por momentos se nota demasiado el bajo presupuesto por la poca cantidad de tomas del monstruo en cuestión y finalmente -como señalábamos antes- lo de mezclar al tigre con una posesión satánica no termina de convencer en materia conceptual (hablamos de un espíritu perverso que se lleva puestos a los humanos vía mimetismo, confusión y manipulación sentimental). Incluso así, la obra es disfrutable por el gran trabajo del elenco y un segmento final que levanta mucho la puntería, ya aprovechando por completo la imitación vocal a cargo del bicho maligno…