Una Buenos Aires de postal que, al mismo tiempo, repasa alguna referencia arquetípica y diluye cualquier profundización en su esencia; historias cruzadas en las que confluyen o chocan amor y deseo; personajes y one-liners que remiten a la mítica lucha entre los sexos.
Nada desentona en No te enamores de mí salvo algunas actuaciones un poco estereotipadas -más propias del canon televisivo-, cierta obviedad en la música o alguna resolución que parece escapada de un manual de autoayuda. Pera nada de esto llega a perjudicar fatalmente una película correcta, que funciona más en sus registros cómicos y costumbristas que en la indagación de los sentimientos humanos.
Es un acierto de la película, además, su construcción dramática basada en un dinámico entrecruzamiento de las historias. También lo es el gran formato, que aprovecha el rostro hermosamente mutante de Mercedes Oviedo y reconstruye una belleza satinada, casi insípida, de un mundo algo irreal en el que habitaría cierta clase acomodada de Buenos Aires.
Y aquí quizá radica un mérito pero también un límite: ¿dónde quedan estos lugares que pueden estar en Buenos Aires, Bogotá, Santiago de Chile o Nueva York? Aun sin una historia demasiado potente, aun con actuaciones correctas, el mero cruce de pequeños conflictos ocurridos en ninguna parte no molesta, hasta entretiene, pero termina teniendo sabor a poco.