Pocas veces un documental nos sorprende porque su foco de atención significa descubrimiento y calidad. Es lo que sucede con la película dirigida por Pablo Hernán Zubizarreta (reciente ganador en el Festival internacional de Cine de las Alturas) sobre un guión que compartió con Juan Pablo Young y con un trabajo minucioso que lo llevo por Latinoamérica y Europa. El film da a conocer la vida de una mujer adelantada a su época. Se trata de Blanca Luz Brum. Ella vivió con intensidad y brillo, participó de las vanguardias intelectuales del continente, se destacó por sus escritos, poesías y autobiografías, tuvo amores intensos y lacerantes como el de Siqueiros que la dibujo en ese mural privado en nuestro país, fue asesora política y organizadora de hechos fundamentales junto Perón, por solo enumerar algunos hechos que para otros humanos hubiesen alimentados varias vidas. Pero la investigación tampoco elude las grandes contradicciones, las críticas venenosas, las mentiras que construía, la contradicción de haber sido de extrema izquierda y haber trabajado con Pinochet. Una mujer única, bellísima, intensa y fascinante. El realizador resuelve con acierto reconstrucciones, se basa rigurosamente en documentos y testimonios, conmueve con su latido poético y buen gusto, acierta siempre en una indagación con ribetes de leyenda y ensueño. Un relato fascinante e imperdible.
A algunos, el nombre Blanca Luz Brum les sonará por haber sido la musa inspiradora de Ejercicio plástico, el mural de David Alfaro Siqueiros que estuvo abandonado durante años en una quinta que perteneció a Natalio Botana. El escandaloso triángulo amoroso que protagonizó junto a esos dos hombres notables fue apenas un capítulo más de una vida intensa, aventurera, contradictoria. En fin: cinematográfica. Con una investigación exhaustiva, Pablo Zubizarreta -director, entre otras, de la excelente 4 de julio: La masacre de San Patricio junto a Juan Pablo Young, aquí coguionista- recorre una biografía apasionante. Tal vez, demasiado como para ser cierta. “¡Son puras mentiras, inventaron, quieren hacer célebre a su mamá!”, se escucha exclamar a una crítica de arte, Raquel Tibol, despreciando el testimonio de la hija de Brum. Y agrega: “Blanca Luz Brum es una mierdita, no tiene ninguna importancia, está usted perdiendo el tiempo haciendo una película sobre ese personaje”. Eso es lo primero que escuchamos, pero la relativización sobre lo que vamos a ver no hace más que reforzar el interés sobre esta uruguaya que, como escritora y militante, participó de acontecimientos literarios y políticos clave del siglo XX en su país, México, Perú y la Argentina. Y que fue despectivamente apodada “el colchón de América” por sus presuntos romances con hombres notables como los mencionados Botana y Siqueiros o Juan Domingo Perón. No viajaré escondida tiene una estructura clásica. Los distintos episodios de la vida de Blanca Luz van siendo narrados cronológicamente, a través de las cartas y diarios de Blanca Luz -leídos por Mercedes Morán- y testimonios de historiadores y parientes, con profuso material de archivo y, también, elegantes representaciones ficcionales. Siempre con una sombra de dudas que agregan misterio: ¿Resultó, como ella decía, una figura clave en el armado del 17 de octubre de 1945? ¿Por qué empezó sus días como comunista y los terminó como pinochetista? ¿Quién fue, en definitiva, esta “mujer de mil vidas”?.
A lo largo del siglo XX descollaron algunas mujeres que trascendieron el lugar tradicional, pasivo y guardado que la sociedad les asignaba. Alma Mahler, Frida Kahlo, Misia Sert, Indira Gandhi, Eva Duarte, y muchas otras abrieron el camino en un proto feminismo del que empezamos a ver las consecuencias. Entre quienes se destacaron en América Latina por su fuerte personalidad y libertad en sus actos estuvo Blanca Luz Brum. Nacida en Uruguay, ella hizo honor a su nombre iluminando a su paso diversos ámbitos de la región. Poeta, periodista, pintora, activista política de uno y otro lado, sin practicar literalmente el feminismo, es hoy una referente de las feministas por la libertad con que desarrolló su vida. Salida de un ambiente de la burguesía, tuvo un primer matrimonio en su tierra, con el poeta peruano Juan Parra del Riego. Tras quedar viuda y con un hijo, empezó a escribir poesía, pero su trascendencia no residió tanto en el ámbito literario cuanto en el efecto que su arrasadora atracción erótica ejerció sobre hombres poderosos. El documental de Pablo Hernán Zubizarrieta (director de Grete, la mirada oblicua, y 4 de julio: La masacre de San Patricio), que toma su título parafraseando uno de sus poemas, sigue el derrotero de Blanca Luz desde sus orígenes hasta su final, en la isla Robinson Crusoe de Chile, que le debe su nombre. Lamentablemente no abundan registros fílmicos de la protagonista. Tras militar con José Carlos Mariátegui en Perú por la causa comunista, conoce en Buenos Aires a David Alfaro Siqueiros, con quien parte a México. Convocado por el magnate periodístico Natalio Botana para pintar un mural en su quinta -hecho evocado en el documental Los próximos pasados, de Lorena Muñoz- Siqueiros y ella vuelven a Argentina, donde Blanca Luz vive un escandaloso romance con Botana y se divorcia del artista mexicano. Siguen sucesivos viajes, matrimonios e hijos, hasta que recala nuevamente en Buenos Aires, donde promueve el ascenso de Perón al poder y se gana el rechazo de Eva. Su matrimonio con un poderoso ejecutivo de Estados Unidos le permite llevar una vida regalada en Chile, donde colabora en la fuga de otra figura controvertida: Guillermo Patricio Kelly. Hasta la llegada de Allende. Entonces, Blanca Luz se transforma, abandona sus posturas socialistas y apoya anímica y materialmente a la dictadura de Pinochet, quien llega a condecorarla. Pasa el final de su vida hasta morir en 1985 en esa isla del sur de Chile, donde hoy su hija y nieta evocan su memoria. Frente a una vida tan rica en experiencias y anécdotas, tan inusitada, con variadas versiones de sus andanzas, el documental intenta pasar revista de manera algo apresurada y superficial sobre todas ellas. Tal vez porque no resulta fácil seguir los pasos de tamaño personaje, que excede toda clasificación. Y no logra desentrañar del todo sus misterios, mutaciones y contradicciones, en un abanico que la lleva de morena a rubia, y del comunismo al fascismo.
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El cautivante relato de un mito De Sandino a Pinochet, con paradas intermedias en Siqueiros, Natalio Botana y Perón. Así podría resumirse el camino recorrido por Blanca Luz Brum, una mujer que consiguió estar en el ojo de casi todos los huracanes de la Historia latinoamericana del siglo XX, que no fueron pocos, y en cada uno desempeñar un rol protagónico. O, al menos, eso es lo que ella se encargó de contar en vida y que ahora repiten muchos testigos directos e historiadores. Claro que también están los que dudan de todo y toman la autobiografía de Blanca Luz directamente como un relato de ficción. ¿Pero quién era esa mujer, cuyo nombre es desconocido para casi todo el mundo? Tras esa y otras respuestas va Pablo Zubizarreta en su película No viajaré escondida. Nació en 1905 en el pueblo de Pan de Azúcar, Uruguay, y se crió en el campo. Que lejos de ser chato como ocurre en la Pampa, al otro lado del Río de la Plata es suavemente ondulado, como un mar inmóvil de color verde. Un lugar en el que reinaba, según una docente oriental que parece saber mucho de la vida de Blanca luz, “un silencio que permitía escuchar lo pequeño”. Una de las mayores virtudes de la película reside en la capacidad de Zubizarreta no solo de encontrar personajes idóneos, dispuestos a prestar su testimonio, sino en que estos además son capaces de decir lo suyo de manera extraordinaria, como hace esta maestra al comienzo del relato. Sus matrimonios con hombres siempre notables (un poeta modernista en Uruguay; uno de los herederos del diario El Comercio de Perú; el pintor David Siqueiros; el dueño de la compañía aérea Braniff) le ayudaron a conseguir su objetivo de estar siempre al frente. Pero si se destacó, ya sea como poeta y escritora o como mujer de acción, fue por méritos propios. El problema con el que se encuentra Zubizarreta es que resulta muy difícil demostrar cuánto de lo que se dice de ella es auténtico y cuánto un montaje urdido por la propia Blanca Luz para hacer de sí misma un personaje. Como una versión aguerrida de Zelig, Blanca Luz recorre la historia transformándose de acuerdo a los distintos paisajes que atraviesa en su itinerario, pero siempre a la vanguardia. Del encendido comunismo revolucionario e indigenista, a la mujer que ayudó a que el 17 de octubre de 1945 alcanzara el estatus de gesta fundacional del peronismo. Del feminismo latinoamericanista que la convirtió en esposa de Siqueiros, transmutada en reflejo de Frida Kahlo, a ferviente militante pinochetista. Blanca Luz estuvo en todos lados y en cada lugar fue un actor fundamental de los acontecimientos. Pero las preguntas siguen ahí. ¿Cuánto hay de cierto en lo que contaba de sí misma Blanca Luz? ¿O en lo que le contaba a su hija y a sus amigos, y que todos ellos repiten con fascinación? ¿Perdió un hijo de Siqueiros, que era estéril? ¿Fue amante de Perón? ¿Ayudó a que Guillermo Patricio Kelly escapara de la cárcel en Chile disfrazado de mujer? Imposible saberlo. Pero así como presenta a un coro de admiradores que dan fe de esa vida fabulosa que, real o no, Blanca Luz construyó para sí, la película también le da espacio a otros que, sin tanta fe, hablan de su carácter por lo menos fantasioso. Lejos de debilitarlos, las contradicciones vuelven al relato y a su protagonista aún más atractivos. Ya en la primera escena la voz telefónica de la respetada crítica e historiadora de arte mexicano Raquel Tibol define a Blanca Luz como “una mierdita sin importancia” y considera que hacer una película sobre ella es una pérdida de tiempo. La hija de una pariente con la que se crió en Uruguay dice que de chiquita Blanca Luz veía pasar trenes por las sierras, donde nunca los hubo. Un asistente que tuvo en los últimos años de su vida afirma directamente que Blanca Luz mentía todo el tiempo, solo para darse aires. Entonces, ¿quién era esa mujer? Aunque Zubizarreta reconstruye con bastante precisión el recorrido enérgico de su vida y logra hacer de ella un personaje asombroso, lo cierto es que nunca da con respuestas terminantes para ninguna pregunta. Al contrario, el gran logro de la película es su capacidad para urdir una trama tan apasionante en torno a Blanca Luz, que al final el hecho de conocer la verdad sobre ella se vuelve un asunto irrelevante. Podría tratarse de un falso documental y no importaría demasiado. No viajaré escondida, aún narrando hechos históricos y exhibiendo documentos por acá y por allá, es en realidad el relato de un mito. En ese carácter mítico reside, quizás, lo más importante que se puede saber acerca de Blanca Luz Brum.
Tercer documental de Pablo Zubizarreta, "No viajaré escondida", recorre la vida Blanca Luz Brum, rindiendo un perfecto homenaje a su figura. Hechos que se acomodan solos azarosamente. La misma semana en que se estrena la hollywoodense "La esposa", con Glenn Close como una mujer que a su edad avanzada se cansó de ser ninguneada como literata por su esposo Premio Nobel, se estrena en los Espacios INCAA (Incluido el capitalino Gaumont), y en el MALBA, No viajaré escondida, de Pablo Zubizarreta; trabajo documental sobre una figura femenina injustamente escondida en nuestra historia oficial. Toda la fuerza que a la superficial película de Björn Runge le falta (los invito a leer su reseña en este mismo sitio), la encontraremos en este documental narrado con pasión y garra de lucha, muy acorde con la presencia de lo que fue Banca Luz Brum. Para quienes no la conozcan, Blanca Luz Brum fue una poetisa, escritora, pintora, periodista, y también política nacida en Uruguay a principios del Siglo XX. Tanto su variada obra artística en la que, como vemos, abarcó varios rubros; como su vida pública, se vio atravesada por la coyuntura social, como una habitante de Latinoamérica. Participo en diferentes movimientos políticos, integró diferentes vanguardias artísticas; siempre ligada a las ideas de izquierda y el comunismo como bandera principal. Blanca es una cabal muestra de la importancia del rol femenino en la formación de nuestra región. Siempre estuvo ahí, al frente, y sin embargo, son pocos los registros actualmente de ella. En Perú, se convirtió en la heredera artística de José Carlos Mariategui, integrando el grupo de la revista "Amauta"; en Chile formó parte del Frente Popular durante la época gobernante; fue la musa de Siqueiros para el famoso mural pintado en el sótano de la casa de Natalio Botana, habiendo integrado el grupo de muralistas comunistas mexicanos; y en Argentina fogoneó el mítico 17 de octubre peronista además de ser Secretaria de Prensa del General. Su vida privada también guarda aspectos de avanzada, polémicos para la época. Con muchos amantes, libre, siempre a tono con la conveniencia de lo que sucedía en la región. ¿Podría decirse que usó a los hombres para posicionarse? No sé, lo cierto es que nunca fue sombra. La historia las escriben los que ganan, y la presencia de Brum fue desapareciendo de los libros oficiales, en medio de tragedias y persecuciones políticas. Por eso mismo, No viajaré escondida adquiere una importancia vital en vista a los momentos de lucha feminista vividos en la actualidad. La historia de Blanca Luz se reconstruye de a pedazos, tal como fue “extraviada”, y se la confunde con su propia ficción literaria ¿Qué es realidad, qué es mito? Quizás Blanca Luz Brum fue un mito viviente. Zubizarreta (quien ya realizó los destacables "4 de julio: la masacre de San Patricio" y "Grete – La mirada oblicua") se vale del poquísimo material de archivo existente, de entrevistas a historiadores, y de una ficcionalización teatral, acompañado con la voz en off de Mercedes Morán como la propia Blanca relatando su autobiografía. El director amalgama armoniosamente los diferentes registros, como un collage, dejando la marca de esos faltantes que formaron parte de la vida de Brum. No viajaré escondida se vive como un misterio a descubrir que atrapa al espectador, y por eso mismo, no conviene adelantar demasiado, como un buen film de suspenso. En buena medida hace recordar a "Yo no sé qué me han hecho tus ojos", el formidable documental sobre Ada Falcón. Y hablando de casualidades, no es casual que una de las directoras (junto a Raúl Manrupe) de aquel documental, Lorena Muñoz, luego haya hecho otro trabajo sobre el mural de Siqueiros. No viajaré escondida pondera el rol de la mujer, y se cruzan necesario puentes entre el antes y el ahora. Enarbola banderas de izquierda desde los ideales que nunca mueren, y deja bien en claro que no se puede escindir las luchas. La lucha femenina tiene también mucho que ver con la lucha de los desprotegidos, de los desclasados. Poética, potente, atrapante, inspiradora, y arrolladora, No viajaré escondinda es una de las mejores películas documentales del año. Su visión para seguir avanzando, para comprender que las luchas nunca se pierden, es obligatoria.
El misterio de Blanca Luz Brum El documental de Pablo Zubizarreta se centra en la enigmática figura de Blanca Luz Brum, tan odiada como amada, una mujer que supo liderar movimientos clave en la historia política y cultural del siglo XX. Discípula del filósofo peruano José Carlos Mariátegui, musa de David Alfaro Siqueiros y secretaria de prensa de Juan Domingo Perón, son algunos de los roles fundamentales -ocultados por la historia oficial- que ocupó. “Era una mujer de acción” dice uno de los historiadores entrevistados, y explica su lugar central en la organización del 17 de octubre de 1945, en el ejercicio plástico que pintó Siqueiros en el sótano de la estancia de Natalio Botana, en su defensa acérrima de los derechos de los más necesitados y en su libertad -osada para la época- para cambiar de hombre según las circunstancias. Esta mujer que se convirtió en la abanderada de la izquierda en la región, tuvo una vida de película. La persecución política y los avatares del destino, borraron las huellas de su accionar. Hay retazos sobre su obra poética, plástica, intelectual y política. Hasta su vida familiar se diluyó a raíz de un tsunami. La tragedia acosó su historia y el documental de Pablo Zubizarreta la reconstruye. Uno de los ejes para hacerlo es su autobiografía, mezclada -también por accidente como cuenta la película- con cuentos de ficción en su rol de escritora. Este trabajo ficcionaliza con una puesta teatral y la voz narradora de Mercedes Morán, la propia vida y obra de Blanca Luz, mientras que las pocas imágenes de archivo sobrevivientes ilustran sus dichos. Por su parte, las entrevistas a historiadores, familiares y conocidos, terminan de trazar un puente entre la realidad y la leyenda a su alrededor. Pero lejos de perder rigor documental, No viajaré escondida (2018) adquiere una fisonomía estética y seductora, en línea con la que Blanca Luz viajó por Latinoamérica y el mundo en su afán de conquistar corazones, tanto de hombres como de movimientos políticos acorde a sus ideales. Más allá de la variedad de recursos cinematográficos que explora este documental, para narrar la increíble vida de esta mujer ninguneada por su postura incómoda para la sociedad de entonces, cierra su relato homenajeando la emancipación femenina que representa Blanca Luz. Hace de este modo un paralelo con los movimientos feministas actuales y enaltece su lucha, ideales y figura. Una mujer que representa la lucha de toda mujer, sin dejarse vencer por la persecución política, las tragedias que le tocó vivir en carne propia o la indiferencia y falta de reconocimiento de la sociedad en general. No viajaré escondida tiene la virtud de ser informativo y poético a la vez, sus imágenes trasmiten emociones y sentido con la misma fuerza que dan a conocer la vida y obra de esta mujer fascinante por el halo de misterio que la envuelve.
Pablo Zubizarreta nos traslada física y emocionalmente en el tiempo en el apasionante relato de la vida de Blanca Luz Brum, una de las primeras mujeres empoderadas que supo alzar su voz ante todo. Recreaciones, archivo, y la narración de Mercedes Morán, potencian una película que escapa a canones y lugares establecidos para encontrar, como Brum, su lugar en el mundo.
UN MITO QUE DESBORDA LATINOAMÉRICA En No viajaré escondida, el director Pablo Hernán Zubizarreta aborda una figura fantasmal y mítica con un exhaustivo trabajo de investigación que procura unir, como si se tratará de un rompecabezas, las partes de la vida de Blanca Luz Brum a través de anécdotas y testimonios. Sin embargo y a pesar del largo tiempo de trabajo, su biografía sigue siendo una incógnita donde se acumulan más preguntas que respuestas pero esto es, precisamente, lo fascinante de una figura que atravesó con sus contradicciones algunos de los movimientos políticos y artísticos más importantes del siglo XX. O eso parece con certeza, a pesar de que voces como la crítica de arte mexicana Raquel Tibol (que abre el documental con su testimonio rabioso) se encarguen de defenestrarla y degradarla. En todo caso, la poetisa uruguaya es el eje de este documental estructurado en las distintas etapas de su vida, que se sostiene en un sólido trabajo investigativo. Para ello Zubizarreta recaba en testimonios y material de archivo que va desde filmaciones a fotografías, e incluso cuando resulta no hallarse lo que se busca, este es un elemento más para comprender la caótica vida de Brum. La falta de información siempre parece ofrecer un camino a nuevas variables investigativas pero también a cuestionar a la leyenda tejida en torno al personaje. Una de sus cercanas de la infancia plantea que de niña ella solía ver trenes en lugares donde era imposible que eso ocurriera y en otro momento se plantea que solía mentir para que se hable de ella en la mesa, para no perder vigencia. Todo este manto de duda es parte del mito y el director lo abraza, dejando en el rodaje incluso la búsqueda de un documento fundamental para entender su vínculo con el peronismo que no resulta exitosa. Su relación con figuras como el poeta peruano Juan Parra del Riego, el intelectual José Carlos Mariátegui (colaborando en la célebre revista Amauta en varios de sus números), el revolucionario nicaragüense Augusto Cesar Sandino, el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, el periodista y fundador del diario Crítica Natalio Botana, el político chileno Juan Antonio Ríos, el también político Juan Domingo Perón y el dictador chileno Augusto Pinochet hablan de una figura ya de por si inasible, sobre la que el anecdotario y testimonios apenas rasgan la superficie, y el director propone por momentos ficcionalizar a través de breves interludios teatrales y la voz de Mercedes Moran encarnando a Brum. Esta liquidez entre los hechos reales y la ficción ayudan a dimensionar la figura de la poetisa, alejándola de las pretendidas certezas que habitualmente encienden los documentales y dándole una mayor riqueza al mito sobre el que se sostiene. En todo caso, más allá de una duración que puede ser un tanto extenuante debido a lo estructurado de la propuesta, la fascinación que ejerce la figura de Blanca Luz, el maratónico trabajo de investigación y una musicalización sublime hacen de este documental una propuesta fundamental.
La figura de mito o leyenda de una persona generalmente la va construyendo la gente que es testigo directo de sus acciones. Ellos son los que, bajo su punto de vista, magnifican el relato hasta acercarlo generosamente a la categoría de héroe que, pese a sus humanas contradicciones, permanece inmaculado en el imaginario popular. Lo notorio en el caso de éste documental sobre Blanca Luz Brum, es que ella misma escribió su biografía, adjudicándose hechos decisivos en la historia de varios países latinoamericanos, incluido el nuestro, pero que no pudieron comprobarse. Sobre la guía de esa autobiografía, contada con la voz en off de Mercedes Morán, se basó Pablo Zubizarreta para investigar y filmar la vida de la controvertida mujer. Ella nació en Uruguay en 1905, de adolescente se convirtió en escritora y, oponiéndose a las convenciones de la época, se casó muy joven, comenzando a viajar por varios países estableciendo relaciones con distintos hombres, cuyas influencias en la cultura, política, arte, y pensamientos filosóficos, fueron muy importantes en sus naciones de nacimiento. El director describe cronológicamente los sucesos que marcaron la existencia de Blanca Luz, recurriendo a testimonios de alguien que no creyó nunca en su historia, por el contrario, y de otros que sí le creyeron, desde su hija, pasando por otros parientes, conocidos, historiadores, etc. Como asimismo a través de una gran producción, viaja a los países en la que ella estuvo, para conocer si lo que se dice es verdad. Para sustentar el relato utiliza una gran cantidad de fotos en blanco y negro, archivos fílmicos, recortes de diarios, libros de su autoría, cartas, entre otros documentos. El film está compaginado prolijamente para crear un verosímil acorde al personaje retratado. Con otras voces en off y recreaciones ficcionadas de mujeres ubicadas de espaldas o en penumbras, con la vestimenta y distintos peinados que Blanca Luz utilizó a lo largo de los años, que completan la película. Quedará a criterio del espectador aceptar lo que transmite la realización, porque las declaraciones de las personas son contradictorias. Muchas la idealizan por haber estado en el lugar justo y con las personas indicadas, para ser influyente con sus opiniones y escritos panfletarios, en los momentos más trascendentes de cada país en el que estuvo y otros, en cambio, dudan mucho de tales hechos por no tener pruebas fehacientes que corroboren tales epopeyas.
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“El mito es un espejo donde el espíritu humano se observa con una mirada que cala hasta los huesos”. Con esta frase sin autor reconocible y sobre la pantalla negra comienza el documental. El acto de narrar en esta propuesta documental está centrado en organizar el relato alrededor de un mito, con la intención de reconstruir la historia de un sujeto mítico, de un alguien que nos es desconocida, o sea el mito de una incógnita total: Blanca Luz Brum. Y desde allí parte este viaje en el tiempo que es a la vez el rearmado de un mito y la revelación de una figura anónima. ¿Cómo alguien puede ser un mito si ni siquiera sabemos de su existencia?: “Un mito es, simplemente, un espejo de aumento en donde el espíritu humano, como tal, se observa con una mirada que cala hasta los huesos de su propia estructura; es el develador, el presentador, el mediador del espíritu ante sí mismo, aquello que le permite advertir que su estructura interna coincide con la externa y no es más que una con ella”. Este es el texto completo de autor no identificado para enmarcar la frase inicial del filme que por algo elige este texto para reflexionar sobre la percepción emocional de lo que queda mitificado. La Real Academia Española define como mito en una de sus acepciones “historia ficticia o personaje literario o artístico que encarna algún aspecto universal de la condición humana”. ¿Qué encarnará el mito de Blanca Luz Brum? ¿Que simboliza esta mujer enigmática? Un mito es algo que perdura en la memoria de los pueblos, de eso no hay más que pruebas históricas en todas las culturas. El tópico esencial y su vez el paradojal atractivo del filme sobre Blanca Luz Brum es que la percepción mitificada de la misma es radicalmente opuesta entre dos testigos que la recuerdan de aquellos viejos tiempos . Uno la citará como “la genial vanguardista de las letras y la política” y en su opuesto habitan las voces que la llaman “la mitómana que no ha hecho mucho más que ser la mujer de otros al menos por unas horas” (para escribirlo con delicadeza). ¿A quién descubriremos al final del camino? ¿A una mentirosa, al colchón de Latinoamérica, a una engañadora, a una femme fatale, a una madre devota, a una periodista aguerrida, a una poetisa sensible, a una audaz artista plástica, a una militante radical de izquierda, a una pinochetista férrea, a una amante y una esposa, a una burquesa, a una rica o a una luchadora proletaria?. A una Latinoamericanista o a una eterna Europeizada, a una Peronista a muerte y a una Pinochetista férrea, a una sincericida y a una mitómana. A todas juntas, a algunas si y a otras no, o a todas un poco al mismo tiempo. A la que seguramente podemos espiar por el recuadro de la pantalla es a Blanca Brum, el zelig femenino de la historia secreta Argentina. Este es el segundo largometraje documental del realizador Pablo Zubizarreta, que en este caso se zambulle en la búsqueda minuciosa de un mito escondido, justamente en el de alguien que “escondida” no deseaba pasar por este mundo. La película comienza con una llamada telefónica en off que funciona como parte del contrapunto entre lo “verdadero” y lo “falso” que va a aparecer en gran parte de la narración como juego dialéctico con la gran ausente. Entre lo comprobable y lo intangible entra esta llamada telefónica en la que Zubizarreta habla con alguien (no importa quién) que afirma sin duda alguna lo que Blanca Luz fue “son puras mentiras inventadas, quieren hacer célebre a su mamá, como cambió de tantos hombres si estuvo con Siqueiros, si estuvo con Perón o con el gerente de la Panamerican, si es que usted piensa escribir un libro sobre Blanca Luz Brum y cita a esa familia, el libro se acabó. Blanca Luz es una mierdita, está usted perdiendo el tiempo haciendo una película sobre ese personaje”. En oposición a esa voz, el mismo director comienza el relato vertebral que busca reconstruir esa figura del pasado “Blanca luz poeta, pintora, periodista, revolucionaria” y así una serie de imágenes fotográficas acompañan sus afirmaciones, imágenes que funcionan como vestigios de una realidad lejana, casi tangible, casi existente. La voz narradora del director se enlaza a lo largo de toda la película con la de una imaginaria Blanca encarnada en audio por Mercedes Morán, que va leyendo sus textos autobiográficos, presentados en una serie fragmentos de diarios y similares, hechos todos de sus intentos por escribir una biografía completa sobre su vida. Obra a que nunca concluyó. El relato avanza sobre la vida de Blanca casi con milimétrica cronología desde su infancia inquieta y vivaz a su adolescencia con aspiraciones de salir de aquel pueblo donde se había criado de niña. Así la línea temporal de su vida hasta su muerte traza el camino de quienes intervienen para sumar reflexiones, datos históricos más o menos constatables, opiniones personales y hasta impresiones afectivas sobre Blanca. Así desfilan desde historiadores, a escritores, artistas , biógrafos conocidos, o conocidos de conocidos, y hasta su propia hija. Todos dando una puntada para hilvanar la trama de la vida de Blanca que parece haber vivido de manera intensa y controversial, sin medias tintas, haciendo sonar sus pasos, aún cuando la historia pareciera querer ocultarla muchas veces. Fue cuestionada, fue presa, casada y divorciada, amante de grandes y esposa de otros, madre de hijos perdidos por la tragedia y hasta referente de algunos hombres de grandes nombres. El rompecabezas está hecho de material de archivo fotográfico diverso, entrevistas yuxtapuestas, imágenes que recrean en la penumbra escenas imaginarias de una Blanca Luz fantaseada por el director apenas sugerida entre las sombras. Y las voces en off, la del alter ego de Blanca que suena bucólica o aguerrida junto a la voz cálida del director que con un aire romántico evoca a esa figura que le ha quitado el sueño, esa que lo hace pensar si realmente es posible saber quiénes somos, quienes fuimos y qué dejamos en la memoria de nuestro fantasma que habita aún cuando ya no estamos aquí. Pero ante todo en el mito que construimos sobre la vida los otros, esos otros que también somos un poco nosotros. Y así seguimos persistiendo en Blanca, un poco, como en todos los mitos. Por Victoria Leven @LevenVictoria