Después de la comedia dramática Luisa, su ópera prima, el director Gonzalo Calzada se dedicó al género fantástico y de terror. La plegaria del vidente, Resurrección y Luciferina, dan cuenta de su conocimiento y de su capacidad para plasmar tramas inquietantes, pero con una especial preocupación por la psicología de los personajes. Lejos de conformarse con largometrajes, suele expandir sus propios universos en otros formatos. Ya lo había hecho con Resurrección, que acompañó con una novela. En Nocturna fue más allá: creó un film dividido en dos lados (al estilo de UPA: una pandemia argentina) y una novela, publicada por la editorial De la Fosa. En el Lado A: La noche del hombre grande conocemos a Ulises (Pepe Soriano), un nonagenario que siente los años como una tortura. Vive con Dalia (Marilú Marini), su esposa, en un departamento que parece un museo, y su memoria por momentos es difusa. El malestar y el encierro ya son parte de la rutina. Una situación incómoda, que se agrava cuando esa noche comienza a ser acosado por ruidos y visiones extrañas, incluyendo una vecina que acaba de morir. Una de las virtudes del cine de terror es que permite hablar de los tabúes y de los aspectos más oscuros de la condición humana. La muerte, para empezar, y la vejez, la enfermedad, el deterioro, la pérdida… El terror da la oportunidad de explorar estos temas evitando los discursos y las obviedades. Algunos cineastas pueden ser más o menos explícitos en este sentido, pero quienes de verdad aman y entienden el género nunca pierden de vista esta máxima. Calzada no es la excepción. La historia de fantasmas es una excusa para hablar sobre la mayoría de edad, los recuerdos, la culpa, el miedo, la desesperación por lo inevitable. Lo sobrenatural, de una eficiente ejecución, bordeando los lugares comunes de esta clase de premisas, va dejando lugar al drama más puro y desgarrador. Al mismo tiempo, el director no olvida los detalles más entrañables y positivos de Ulises, de una importancia crucial en los momentos más tenebrosos. Así como el Lado A se vale de una narración clásica, con sus giros inesperados, el Lado B: donde los elefantes van a morir nos muestra la misma historia, pero desde un enfoque más sensorial. Volvemos a Ulises, su microcosmos y su pasado, y podemos descubrir más sobre otros personajes decisivos, empezando por Dalia. Además, la diferencia con La noche del hombre grande es estética: el director se entrega a un lenguaje más experimental, con otros formatos y estructuras más audaces y recursos como el monólogo interno. Enriquece y presenta ángulos novedosos, pero sin sobreexplicaciones. En ambos lados, la visión de Calzada llega a su pico gracias a la soberbia interpretación de Pepe Soriano. Se pone la(s) película(s) al hombro al componer a un ser quebradizo y torturado, que experimenta una serie de descubrimientos. No menos brillante es el desempeño de Marilú Marini, en un personaje que impone su carácter pese a su delicado estado físico y esconde varias complejidades. Acompañan muy bien Lautaro Delgado Tymruk como Daniel, el encargado del edificio, y Desirée Salgueiro, que encarna a la vecina. Nocturna es una obra conceptual en la que Gonzalo Calzada se supera a sí mismo. Un tratado sobre la fragilidad humana y la soledad, pero también sobre la esperanza y la vida.
Una mujer narra la última noche en la tierra de un hombre de 100 años que lucha por la redención de las fechorías de su vida.
Gonzalo Calzada realizó el film de terror Nocturna, donde contaba la historia de Ulises, un anciano atormentado por su mente cada vez más frágil, expuesto a situaciones que no podía saber si eran verdad o solo parte de su cerebro. Esa película lograba su objetivo, generar angustia a partir de esa ambigüedad. Apoyada en una gran actuación de Pepe Soriano, conseguía mantener el suspenso hasta el final. Pero el director realizó un segundo film en paralelo, una versión experimental de la misma historia. El resultado tiene aciertos pero también limitaciones. Es imposible saber hasta que punto funcionaría solo, aunque tenga, debido a las texturas fílmicas y recursos técnicos, momentos de mayor terror. Imágenes sueltas que resultan muy efectivas, pero que no sostienen la lógica narrativa que nos hizo comprender la historia en el lado A de Nocturna. Aun así, quienes hayan disfrutado del primer film no debería perderse este, un verdadero complemento cinematográfico. Es generoso por parte del director mostrar, de alguna manera, el proceso visual y las ideas que lo llevaron a la construcción de su obra.
A la manera de antiguos pero nunca obsolescentes discos de vinilo, los lados A y B de “Nocturna” nos traen el encanto de dos películas que se complementan entre sí. Ambas formaron parte de la última edición del Festival Buenos Aires Rojo Sangre, el más antiguo festival de cine fantástico de Latinoamérica. A lo largo de las últimas dos décadas, hemos podido encontrar aquí y solo aquí el tipo de cine fantástico, bizarro e independiente con el que los amantes del género pueden deleitarse. Es el lugar indicado para conocer un film como “Nocturna”. Su concepción se conforma como un ambicioso díptico contracultural de arte y ensayo, que ofrece un abordaje audiovisual de lo más provocativo dentro de nuestra cinematografía. Una serie de situaciones espeluznantes y paranormales ocurridas en su apartamento inquietan la imaginación del director Gonzalo Calzada. El ejercicio cinematográfico del fuera de campo lo lleva a indagar en aquel aspecto misterioso que conforma una realidad paralela, en las antípodas de la búsqueda estética que representara su debut con el largometraje “Luisa”. Puede un evento de tintes fantasmagóricos atravesar la noche eterna de esta interesantísima ficción. Dos mitades complementadas, dos películas que enfocan una misma historia. Mientras el “LADO A” persigue formalismos narrativos y una puesta en escena que conforma sus elementos mediante el paradigma clásico. El “LADO B” encuentra su anverso perfecto, más disruptivo y experimental, abriéndose a nosotros como un prisma de múltiples caras. Rodada en fílmico (en súper 8 y 16 mm), cintas de celuloide de distintas emulsiones y formatos se adaptan a un contexto de escritura y dirección actoral improvisado. La variedad de texturas estimula nuestros sentidos. Sin forzar la propuesta, Calzada encuentra puntos de conexión cronológica con lo relatado en su lado opuesto. El viaje ha comenzado bordeando la circunferencia de su propia cinta de Mobius, y el autor buscará demostrarnos que toda historia posee su costado oculto. La cinta pretende reflexionar acerca de la pérdida de la memoria, examinando pros y contras de una moneda de dos caras. Un ser humano en crisis también disfraza la posibilidad redentora. Cambiamos, al fin, nuestra piel. Inquiriendo en la (aparente) mitología acerca del acto migratorio de los elefantes a la hora de morir -aspecto que se nos sugiere en el subtítulo del film-, el film funciona también en su aspecto reflexivo acerca de nuestra condición de finitud. En la calidad y singularidad que desprenden sus casi setenta minutos de duración, algunas virtudes destacan de modo preponderante: el tour de forcé interpretativo del legendario Pepe Soriano y la utilización el dispositivo audiovisual como una amalgama de forma y contenido que potencia el valor intrínseco del miedo como elemento genérico. Finalmente, una historia que nos habla de perdón y redención desde un sentido dramático en extremo dificultoso de encasillar.