"Norman, el hombre que lo conseguía todo", caer bajo por volar alto
Norman es un especialista en estrategias. Eso es lo que se lee en su tarjeta, pero a la hora de la verdad, su identidad es tan ambigua como plena de interrogantes. Norman Oppenheimer (logrado rol de Richard Gere) es alguien entrado en años, que siempre anda bien vestido, con sobretodo, gorra y maletín, y que es el típico tipo pesado, de esos pegajosos que no se detiene hasta que obtiene lo que se propuso, y de allí el extenso título del filme. Un buen día tendrá la misión de llegar hasta un político de peso con el objetivo de cerrar algún negocio. No queda muy claro qué tipo de negocio es ni a quiénes favorece. Esa madeja de diálogos cruzados estuvo mal piloteada por el director, en el punto más bajo de la película. Lo más jugoso, que es el vínculo de Norman con el primer ministro israelí (Lior Ashkenazi, impecable) no fue explotado lo suficiente como para apreciar las miserias más crudas del mundo de la política. Sin embargo, Joseph Cedar, que también lo tuvo como actor fetiche a Ashkenazi en su ópera prima "Pie de página", abrocha una película que cierra en varios conceptos, pero sobre todo en exponer la poca red que sufren quienes no tienen poder. Y a la vez cómo los poderosos pueden gracias a su telaraña de influencias acomodar las cosas como les plazca en pos de lograr objetivos. El final, entre lo real y lo imaginario, es tan ambiguo como Norman.