Gilbert (el siempre efectivo Daniel Auteuil) y Simone (Catherine Frot) son un matrimonio que vive en un pueblo encantador del sur de Francia. Pero la mística de fines de los años 60 terminó, la rebeldía revolucionaria también y, encima, no hay un mango en el tarrito de los ahorros. Simone, cual mujer empoderada de esta era, aunque al borde de los 70 años, decide tomar las valijas y marcharse para buscar una vida más feliz. Pero antes engañó a su marido con su vecino y mejor amigo Ettiene (Bernard Le Coq). Y como éste decidió mudarse, ella seguirá sus pasos. Lo que sigue es una comedia aparentemente liviana, pintoresca, que refleja que el amor y la amistad pueden mover varias piezas cuando son de verdad. Porque Gilbert, que es hosco y conserva algunos ideales de su juventud, no temerá humillarse y hasta enfrentar a su amigo con tal de recuperar a su amada. En el medio deberá enfrentarse a un problema de salud de su hija, con quien está peleado, y deberá hacerse cargo de su nieto, en un vínculo tan crispado como bello, que se convertirá en uno de los mejores momentos de la película. El director tomó como inspiración a unos vecinos suyos que viven en un pueblito del sur de Francia. Y quiso retratar, con la comedia como plafón, “el hundimiento de la sociedad”. Para reír y pensar.