La inercia paternal
Si bien gran parte de los films franceses que llegan a estrenarse en Argentina responden a esa vertiente melosa y/ o tragicómica que los galos producen desde siempre y que apunta en primer lugar -y por lo general, de manera exclusiva- al mercado europeo, de vez en cuando podemos encontrar alguna anomalía que quiebra un poco esta especie de acuerdo tácito entre los distribuidores argentinos y el público que consume una y otra vez el mismo formato de película. Así las cosas, la simpática Noticias de la Familia Mars (Des Nouvelles de la Planète Mars, 2016) no es precisamente una maravilla del séptimo arte pero funciona como un digno representante de lo que podríamos denominar el esquema alternativo al andamiaje mainstream anteriormente mencionado: aquí tenemos un relato símil Hollywood de “personajes opuestos” y detalles surrealistas que nos reenvían a comienzos del siglo XX.
Como si se tratase de una nota al pie de la extraordinaria El Nuevísimo Testamento (Le Tout Nouveau Testament, 2015) de Jaco Van Dormael o de una versión conservadora y mucho más coherente de la rama más mundana de la carrera de Michel Gondry, esa orientada al retrato del “hombre común” desde un costumbrismo empardado con el lenguaje onírico, hoy la última propuesta del inquieto Dominik Moll, director responsable de las interesantes Harry, un Amigo que te Quiere Bien (Harry, un Ami qui vous Veut du Bien, 2000) y Lemming (2005), ataca sutilmente a uno de los objetivos/ blancos predilectos del cine europeo en general, el burgués cuarentón y aburrido que cree en la perfección de su vida y en esencia decide obviar que cada una de sus supuestas conquistas (en el campo del trabajo, la familia, las amistades, etc.) pende de un hilo delgado que está a punto de deshilacharse.
La historia toma por eje la monótona existencia de Philippe Mars (François Damiens) y esa suerte de amistad que entabla con el desequilibrado Jerôme (Vincent Macaigne), primero un colega de la oficina (que no llega a comprender del todo), luego autor material de lo que podría haber sido la muerte de Philippe (en función de un episodio de violencia en el trabajo que deriva en una oreja cercenada) y finalmente compañero de convivencia cuando se aparece en su hogar (para colmo enamorado de una mujer que conoció en la clínica psiquiátrica). El guión de Gilles Marchand y el propio Moll nos pasea por la personalidad de cada uno de los secundarios (los hijos de Philippe, su hermana, sus padres muertos, etc.) para construir una exégesis poco original pero bien cáustica de la familia Mars y su cabeza principal, un hombre inerte que no sabe decir “no” a la gama de neuróticos que lo rodean.
Por supuesto que los problemas del inicio entre Philippe y Jerôme rápidamente mutan en una complicidad algo bizarra, en especial por las salidas taciturnas del segundo, un freak con todas las letras aunque no tan peligroso como parece. Como señalábamos antes, los inserts fantásticos vinculados a la ensoñación o los espectros de seres queridos condimentan inteligentemente el relato, el cual asigna el tiempo justo y necesario a la dinámica de un cohabitar símil mixtura entre comedia negra y buddy movie, siempre utilizando al humor absurdo y/ o familiar como elemento unificador del sentir de los personajes. Quizás en el tramo final del metraje, cuando llega el momento de la esperada “explosión” de Philippe, Moll se queda un poco corto en el terreno anímico y abusa de su moderación, aun así la película es un pantallazo adorable en torno a la necesidad de amor en todas sus variantes…