Jugando a la impunidad
Los secretitos sucios de los burgueses y sus esfuerzos por salir indemnes son los dos núcleos principales de este drama italiano con toques de suspenso, muy en la tradición del gran Claude Chabrol, aunque ubicándose bastante lejos en términos cualitativos.
De una forma similar a lo acontecido con motivo de Il nome del figlio (2015), aquella remake de El nombre (Le Prénom, 2012), la que a su vez estaba basada en una obra teatral de Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, en esta ocasión también tenemos una nueva versión de un trabajo previo, una lógica que el “viejo continente” parece duplicar de Hollywood y su fetiche con adaptar para un determinado público lo que fue ideado con otra idiosincrasia de base: sincronización global de por medio, hoy nos topamos con Nuestros hijos (I Nostri Ragazzi, 2014), un drama inspirado en la holandesa The Dinner (Het Diner, 2013). Más allá de este insólito interés de los productores italianos en pos de refritar propuestas de otras latitudes de Europa, por suerte en esta oportunidad la faena resulta más exitosa que en el caso de Il nome del figlio, un opus que caía debajo de la película original.
Ambas obras están basadas en una novela del 2009, The Dinner (Het Diner) de Herman Koch, y si bien la primera traslación mantiene más puntos en común con respecto al libro, a decir verdad los dos films se asemejan bastante en materia de la estructura general del relato y el rol asignado a los personajes: mientras que en la realización holandesa los protagonistas eran los hermanos Paul, un profesor de Historia vinculado a una izquierda difusa, y Serge, un político derechoso que deseaba convertirse en Primer Ministro, ahora sus homólogos son el pediatra Paolo (Luigi Lo Cascio) y el abogado Massimo (Alessandro Gassman). El primero está casado con Clara (Giovanna Mezzogiorno) y tiene un vástago adolescente, Michele (Jacopo Olmo Antinori), y la pareja del segundo es Sofia (Barbora Bobulova), madrastra de la hija púber de Massimo, Benedetta (Rosabell Laurenti Sellers).
El guión del realizador Ivano De Matteo y Valentina Ferlan en un inicio relaciona a las dos familias mediante un altercado en vía pública que deriva en un asesinato y un niño herido de bala por una discusión vehicular (Paolo atiende al joven y Massimo representa al oficial de policía que disparó), no obstante a posteriori se mete de lleno en el verdadero eje de la trama, léase la posibilidad de que Michele y Benedetta hayan atacado a una homeless a golpes -luego de una fiesta nocturna- hasta dejarla en coma (una cámara de vigilancia lo registró todo a la distancia y así Clara cree reconocer a su hijo cuando pasan el video por la televisión). Tópicos clásicos del cine europeo como la cobardía, el egocentrismo y la sensación de impunidad de la burguesía aquí reaparecen en función del andamiaje de los cuentos morales y esas decisiones que repercuten de manera directa sobre nuestra sociedad.
Sin alcanzar el nivel de sadismo de El video de Benny (Benny's Video, 1992) de Michael Haneke o la inteligencia de los opus de Claude Chabrol, la película es tan correcta en su abordaje y desarrollo como la holandesa… y no mucho más, ya que nuevamente tenemos una primera mitad que se toma su tiempo para describir -con algunas redundancias- la dinámica de los clanes en cuestión y una segunda parte en la que comienzan a intervenir los recursos del suspenso centrados en la desconfianza y las acusaciones recíprocas. Dicho de otro modo, una vez más descubrimos que el segundo acto supera con creces al primero porque logra elevar la intensidad del conflicto subyacente en esta mixtura de mediocridad, arrogancia y banalidad que tan bien define a los burgueses y sus subproductos, hoy unos “nenitos mimados” acostumbrados a que papi y mami les laven religiosamente las culpas.