La nueva película de la directora y actriz Valeria Bruni Tedeschi sigue buceando en su universo familiar con tópicos recurrentes en su carrera y se percibe más autobiográfica que nunca.
“Una comedia es una historia que termina en el momento justo”, explica la guionista (interpretada por la coguionista real del film, Noémie Lvovsky) con la que trabaja Anna (Valeria Bruni Tedeschi), una mujer que intenta buscar financiación para una película con tintes autobiográficos. Su idea es contar parte de su historia familiar, signada por una fuerte ausencia. Y mientras se encuentra con el inesperado fin de su pareja pasa unos días de verano en una mansión junto a su familia y lo que quedó de la gente que trabajaba para ellos.
Mientras Anna intenta buscarle un rumbo a su película, también lo hace con su vida. Pero no es la única, porque a su alrededor se van desplegando diferentes historias de estos personajes que cuentan con un descontento general en común.
runi Tedeschi, que dirige, escribe y protagoniza, comienza Nuestros veranos con un tono de comedia, con una ruptura inesperada por parte de su pareja, y una reunión con posibles financiadores de su película que no se sucede del modo en que estaba previsto. Pero, a lo largo del relato, de las dos horas de duración, esto se va perdiendo y el amargor comienza a ganar lugar.
También se pierde la chispa, el brillo. En esa escena en la que tiene que convencer a un grupo de gente de que le den dinero para hacer una película que no consigue definir más que con la palabra autobiográfica y en la cual está presente Frederick Wiseman, Bruni Tedeschi parece reírse de ella misma. Pero a medida de que el film se sucede, que los personajes entran y salen y vuelven a entrar, la línea narrativa que tiene que ver con la película queda opacada, sólo termina quedando en evidencia que la trama de la película que quiere dirigir Anna es tan poco sólida como la de la propia Bruni Tedeschi.
Hay escenas de discusiones familiares que provocan cierta incomodidad, como cuando uno queda en el medio de una reunión entre gente que apenas conoce y salen a flote cuestiones personales, pero casi nada cobra mayor dimensión que la del fantasma de una ausencia que es un personaje más.
Muchos personajes, muchos temas que se ponen sobre la mesa, pero a la larga Nuestros veranos se queda en la superficie y no consigue ni entretenernos ni emocionarnos, mientras nos dificulta sentir empatía alguna por sus personajes.
Nuestros veranos se queda a medio camino entre la comedia y el drama y resulta en un irregular retrato de una familia disfuncional de clase alta. Lo más divertido que tiene para ofrecernos es hurgar en sus guiños autobiográficos.