Anexo de crítica: La tercera película de Mark Romanek es una prodigiosa anomalía sustentada en un espíritu desolador a la Stanley Kubrick: hablamos de un melodrama de ciencia ficción, tan minimalista como profundo, que pone en cuestión los rasgos más hipócritas y despiadados del ser humano. Nunca me abandones (Never Let Me Go, 2010) construye un balance casi perfecto entre la pequeña anécdota central y ese contexto pesadillesco que el trío protagónico asume a veces con resignación, a veces con esperanza. Más allá de la bella fotografía de Adam Kimmel y el muy ajustado guión de Alex Garland a partir de una novela de Kazuo Ishiguro, el que se luce es el propio realizador al imponer un pulso narrativo cautivante, de una exquisitez absoluta…