Operación masacre (o la anatomía de un genocidio)
Hay películas a las qué el mote de “histórica” se les otorga poco rigurosamente. El término histórico, por momentos, si hasta puede llegar a ser irritante. Pero cuando una película logra ser histórica por su rigurosidad en el análisis de documentos y por el carácter político clave que esos documentos implican, estamos lisa y llanamente ante un cine de intervención, de acción sobre lo real y cotidiano. En muchas medidas, el cine puede hacer historia.
Octubre Pilagá es uno de esos casos por diversos motivos, pero centralmente porque se estrena en un mes clave, que da un valor triple a su testimonio: Octubre, mes en el que se conmemora el desembarco de Colón en América (el 12 de octubre), mes en el que se conmemora la movilización que determina un nuevo movimiento político como el peronismo (17 de octubre) pero desde 2006, al menos con el rigor legal de una denuncia judicial, mes en que se rememora la masacre de los indios Pilagá, en Formosa (iniciada el 10 de Octubre de 1947), de la que se cumplen 63 años sin justicia.
Son clave esas tres fechas, ya que integran tres aspectos en donde la película trabaja con precisión: la relación entre Perón -la gestión de su primer presidencia-, la concepción de sujeto inaugurada por la colonización española (es decir la negación del indio como sujeto) y la idea de masacre como finalidad política.
Hasta 2006, nadie hubiera podido relacionar las tres fechas con un hilo conductor ya que uno de los aspectos detrás de los que se ha embanderado el peronismo es el de no haber eliminado adversarios físicamente bajo ningún aspecto. Sin ir más lejos, es una masacre, la de los basurales de José León Suárez a finales de la década del 50, la que funda una concepción de víctima en los integrantes del movimiento.
En una época como la actual, en donde los documentos son relativizados, manipulados y utilizados según la necesidad política, la seriedad del trabajo de Mapelman tiene un doble, triple, cuádruple valor: porque saca a la luz un caso prácticamente desconocido para la mayoría, porque lo hace con un ascetismo y claridad narrativa sin énfasis ni subrayados, porque no plantea la tibieza de las versiones confrontadas sobre un hecho como para no ofender, sino que se plantea un cine de hipótesis a comprobar. Por último, porque lo hace, lo comprueba. Lo hace con recursos simples, sin virtuosismo ni preciosismo en la imagen, pero con la nobleza de la invisibilidad, incluso a la hora de realizar las entrevistas.
Es así que emerge el segundo valor de lo histórico, no sólo el del rescate, sino el del documento que obliga a reconsiderar las concepciones sobre el primer gobierno peronista, ya que el film, sin sensacionalismo, puede afirmar (aunque utilizando otras palabras) que la acción de la gendarmería, a partir de ordenes emitidas por el mismísimo Juan Domingo Perón, ha cometido lisa y llanamente un genocidio -para quien encuentre demasiado fuerte esta expresión, puede comprobar su definición y verá que no se aleja de lo que el film de Mapelman demuestra: el exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad- en donde finalizan muriendo por causas directas -disparos- o indirectas -heridas, hambre u otros motivos derivados de la persecución a los que se sometió a los Pilagá- varios centenares de aborígenes (se habla de unos 600 pero sin datos definitivos, aunque la película omita esta información) debido a la necesidad del gobierno de neutralizar una reacción de distintas etnias aborígenes frente a la política concentracionaria del gobierno peronista en relación a los pueblos originarios.
La reconstrucción de la masacre, además de poder observarse en la película (en donde se acompaña a lo que parece ser un equipo jurídico o de antropología forense) puede seguirse en el sitio oficial http://www.octubrepilaga.com.ar/hechos_1.htm, lo que da al film, también, una responsabilidad distinta frente a sus materiales. Emparentada con el hambre de justicia de la reciente El Rati Horror Show como con la importante Tierra de Avellaneda (película de Daniele Incalaterra sobre las fosas comunes descubiertas con asesinatos cometidos por el ejército en la dictadura 76-83), Octubre Pilagá obliga a pensar y repensar muchas cosas: la contundencia de los documentos a la hora de leer y construir la línea de los hechos históricos, superando al uso político/partidario que se efectúe de ella; las implicancias de conmemorar el 12 de octubre en breve; y, por qué no, pensar desde una perspectiva novedosa, qué es eso que conocemos por peronismo cuando nuevos hechos afrontan al hombre (Perón) y al mito político con un término inesperado para muchos: genocida.
El cine, como mencionara líneas arriba, también puede hacer historia.