José Carlos Donayre Guerrero (EscribiendoCine):
Después de la oscuridad
Oculto el sol (2016), de Fabricio D´Alessandro, es un relato coral que desde un minimalismo citadino intenta ser una película particular, que irrumpa con lo convencional, construir una tensión polifonía, enigmática, directa y musical, donde el misterio se hile desde lo teatral con un solo y único tema: la oscuridad. Y aunque sea austera y carezca de profundizad, sorprende al generar un clima incierto y apoyarse en lo sobrenatural con el mito griego de los eclipses solares.
Siete historias, cada una con dos personajes en un mismo espacio. La movilidad de los mismos es muy poca y el montaje alterna historias paralelas: Un chico descubre que no es hijo de sus padres, una novia huye de su fiesta de bodas, a una esposa se le presenta, mágicamente, su amante, un bailarín desanimado, dos hermanos involucrados en un escándalo familiar, dos mujeres se inmiscuyen en la casa de una ex actriz famosa, y una esposa extranjera tiene miedo de la soledad. Todas apuntan hacia el mismo final: en algún momento ocurrirá un eclipse que cambiará sus vidas.
Desde el inicio la película se promete extraña, irreverente, carente de lógica y a la vez atrapante. Sin embargo, empieza un poco lánguida, con una excesiva presencia musical (cabe señalar, a la vez, que la música es de los mejores aciertos que tiene) que habla más de un videoclip, recapitulación de una serie o del avance televisivo de lo que vamos a ver. Todo por la manera como está editado y que, si bien es interesante que la mezcla de música, armamento teatral, y montaje rápido nos recuerde en distintos momentos a David Lynch cuando filma escenas en formato de video en una sola locación, aquí no termina por dilucidarse del todo puesto que no profundiza demasiado y se queda un poco al borde de dicho efecto.
Cuando las historias se asientan, ahí mejoran. Los personajes se adueñan de la situación y es puro drama hipnótico, entonces uno se interesa más, la curiosidad se presenta como algo inevitable y es ahí en la mitad del cuerpo narrativo de la película donde crece y deja de ser algo solo naif y sencillo.
Es cierto que grandes directores de cine han usado el teatro como eje central, algo que aquí ocurre y es atractivo aunque olvida un poco de lo cinematográfico (lo retoma con los primeros planos) y las historias quedan como pequeños ejercicios de teatro. Sin embargo, el aire de tensión que tienen los personajes desde el comienzo es lo que más realza al estar todos atravesados por un problema. Y el eclipse llega por fuera de campo, nada más teatral que eso, produciendo que el espectador no pierda la atención.
La mejor historia es la de las dos mujeres intrusas que, paradójicamente, es la que menos cambio tiene. Podría citarse también la esposa extranjera y su temor indescifrable. Esto también define que la película posee todo lo que se espera que tenga una ópera prima: es arriesgada y sorprendente porque logra los climas lentamente con los pocos recursos que tiene, maneja bien los tiempos de las actuaciones (no se puede negar algunas sobreactuaciones) se cubre lo que parece que no va a llegar a cubrir, y aunque termine en cierta exageración forzada con algunas historias mejor que otras y tiene exceso de musicalidad y de teatralidad, mantiene un buen nivel dramático. No queda un sin sabor sino, al contrario, algo prometedor al tratar de darle una mirada distinta a algo que se hubiera desbarrancado sin freno alguno.
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