El reflejo como manipulación.
En primera instancia debemos señalar que el terror norteamericano -tanto mainstream como independiente- viene con la “capa caída” desde hace varias décadas, en especial si lo comparamos con su homólogo del resto del globo. Mientras que el primero recurre a fórmulas que en algún momento aportaron una innegable frescura al género aunque en la actualidad atraviesan un declive que a veces parece terminal, el segundo intenta renovar el lenguaje formal prototípico y/ o se dedica a construir ejercicios más o menos clasicistas, en muchas ocasiones retomando esas mismas recetas pero de manera insidiosa, con vistas a enredar o exprimir al máximo los resortes narrativos intervinientes en la estructura general.
Abocada en un ciento por ciento a esta última opción, la extraordinaria Oculus (2013) desconoce el pasado reciente cinematográfico de su país, Estados Unidos, y apuesta a una “historia de fantasmas” en la que el desarrollo dramático de los personajes/ víctimas está equiparado a la catarata de sustos circunstanciales, invirtiendo de este modo la lógica habitual del “exploitation promedio” del J-Horror. El cariño que manifiesta el director Mike Flanagan por los protagonistas es francamente inusitado, sobre todo considerando la negligencia estándar de sus colegas en lo que respecta a la empatía, y recuerda lo realizado por él mismo en la también interesante Ausencia (Absentia, 2011), su propuesta anterior.
Podemos afirmar que aquí ya corrigió definitivamente los desniveles de antaño y hasta consiguió apuntalar una estratificación in crescendo muy adictiva, sistematizando dos líneas temporales en paralelo que de a poco irán confluyendo en un desenlace en verdad prodigioso. Todo comienza cuando Tim Russell (Brenton Thwaites) es dado de alta de un neuropsiquiátrico y se reencuentra con su hermana Kaylie (Karen Gillan), quien de inmediato le comenta su proyecto de volver a la casa familiar y matar a la “presencia sobrenatural” que habita en determinado espejo antiguo. Flashbacks mediante, descubrimos que la “desavenencia” surgió once años atrás cuando su padre torturó y asesinó a su esposa.
Similar a nivel temático a Espejos Siniestros (Mirrors, 2008), un trabajo de Alexandre Aja que a su vez superaba el material de base surcoreano, el relato se centra en la capacidad de los reflejos distorsionados para la manipulación sensorial y en las distintas alternativas psicológicas a la hora de sobrellevar una tragedia (Tim trató de negar lo inexplicable racionalizando lo ocurrido y Kaylie se obsesionó con cada detalle concerniente al objeto). La inteligencia de Flanagan se ve tanto en la minuciosa puesta en escena como en una trama en espiral que va aunando con eficacia las visiones superpuestas/ interrelacionadas de los personajes, demostrando que la pesadilla más cruel siempre es de índole doméstica…