Ojalá vivas tiempos interesantes: Deseo concedido.
“Si te sientes realmente feliz, deberías escribir una tragedia; si te sientes verdaderamente desgraciado, deberías escribir una comedia”.
Billy Wilder
Santiago Van Dam escribe y dirige su primer film y hay que ser justos lo hace con garra y aplomo. Una historia que hace de la ficción una realidad alterna, una posibilidad. Esta es la historia de Marcos, un exitoso escritor de libros infante-adolescente que comprende haber llegado a su límite y decide comprometerse con una escritura adulta, literatura “seria”.
De ahí en más la vida de este escritor en ciernes se convertirá en una larga e intrascendente historia que sólo podrá sobrellevar como náufrago sobre una balsa. Nos encontramos cuatro años después de aquel cambio abrupto para hallar al personaje perdido en la búsqueda de su historia. Un autor sin ideas, sin novia y que dedica su tiempo a cultivar una flor narcótica llamada Erytrina o “Birimbao”, con la que comercia. Hasta que un llamado y una maldición le darán las herramientas para su historia. El juego propuesto por el film es un interesante cruce entre la ficción que el escritor propone ante la realidad que convoca con sus acciones. Los personajes irán surgiendo ante él, un Luigi Pirandello de barrio porteño que deberá darles el espacio en su relato, su vida, hasta que las mismas acciones comienzan a desarrollarse por su cuenta.
Una comedia negra, un drama existencialista, una historia que promete una debacle y llega a ella de manera armónica, tal vez en su segundo acto se pierda un poco en los sucesos, pero el mismo divague, ese caos en ciernes logra intrigar a los espectadores. Un guión construido con acierto, una interpretación perfecta de Ezequiel Tronconi (Soldado argentino, sólo conocido por Dios – 2016), con ese sujeto patético con ínfulas de autor que más que comprender los sucesos los asume como una oportunidad creativa. Y una dirección que sabe utilizar los recursos cinematográficos hacen de este primer trabajo del director una promesa en ciernes.
En conclusión, es una interesante aproximación, en clave irónica, al mundo privado del artista y el proceso creativo, haciendo del consabido; escribe sobre aquello que conoces pero miente si fuera necesario, una alegoría de la vida misma como una ficción que construimos cotidianamente.