Los films que están ambientados en un contexto bélico se prestan siempre para un despliegue enorme de patriotismo. Si encima está basado en una causa tan romántica como salvar el arte en medio de tanta muerte, hay más de uno que va a quejarse de la temática, de la exageración de la figura del héroe y hasta de que George Clooney siempre tenga onda, pero si hay algo que no hace esta película es venderte algo que no es.
La historia empieza cuando un profesor de arte explica la importancia de éste en la vida del hombre y cómo Hitler pretendía apropiarse de él. Todos conocemos la anécdota de que en realidad Adolf era fanático del arte y quiso entrar en la universidad para estudiarlo. Al ser rechazado unas cuantas veces, no le quedó otra que resignarse pero era un bicho que le había picado. Hitler fundó museos bajo el slogan del “Arte Alemán”(más cerca del clásico) y el “Arte degenerado”, porque además de muchos otros trabajos en su CV, el hombre también juraba ser curador de arte.
Mientras se nos van presentando estas obras y la necesidad de conservarlas, entre algunos galpones con cajas antiguas, a todos se nos hace un nudo en la garganta porque pensamos en Indiana Jones.
Y es que toda la primera mitad del film con la simpatía de Clooney, de Goodman, de Dejardin tiene un tono liviano e irónico que a medida que nos encontramos cara a cara (y con esto ellos también) con lo que realmente significa la guerra. Con una radio como único lazo entre ellos, éstos hombres nos dirán que la verdadera razón para conservar todo esto es poder recordar, poder construir sobre un pasado en común, sobre una historia.
Si esto desaparece, no tenemos nada. Con una estética cuidada y una ambientación correcta que termina de completarse con ese desfile emocionante de esculturas, trípticos, frescos, óleos, tapices y hasta marcos de cuadros con nombres como el de Picasso, George Clooney dirige a este gran elenco donde se destaca Bill Murray como hace mucho no lo veo y Cate Blanchett dando en la tecla, para crear esta historia entrañable que habla de que lo bello del arte son las raíces.
Una película liviana que está entre MASH, Indiana Jones e intentar ser seria. Tal vez apela tanto a la nostalgia, a la música conmovedora y milimétrica para llenarte los ojos de lágrima, al gag medido y justo y al pie, que por momentos pierde alma.
Si te vas buscando un poco de propaganda, del patriotismo exacerbado de los estadounidenses y a reírte un poco con una banda de actores que nos caen bien, esta peli es para vos. Si buscás una mirada fresca sobre la Segunda Guerra, no, a menos que seas un fan del arte.