Un Reich de mil años
El mainstream estadounidense una vez más deja bien en claro que está desesperado en pos de ideas y ahora echa mano -ya sin los pruritos hipócritas del pasado- de un viejo tópico del cine trash fundamentalmente europeo, los nazis zombies, temática que ha sido explorada en las seminales Mutantes Criminales (Shock Waves, 1977) de Ken Wiederhorn, Zombie Lake (Le Lac des Morts Vivants, 1981) de Jean Rollin y La Tumba de los Muertos Vivientes (1982) de Jesús Franco, y en obras más recientes como Outpost (2008), Dead Snow (Død Snø, 2009), Town Creek (2009), War of the Dead (2011), Frankenstein’s Army (2013) y Dead Snow 2: Red vs. Dead (Død Snø 2, 2014); con Frankenstein’s Army llevándose el premio a la odisea más parecida a la que nos ocupa, Operación Overlord (Overlord, 2018), en otra de esas movidas hollywoodenses contemporáneas que roza el plagio más explícito.
Más allá de la aseveración del productor J.J. Abrams de que el film no forma parte de la saga de entregas independientes conocida como Cloverfield, compuesta por la amena Cloverfield (2008), la excelente Avenida Cloverfield 10 (10 Cloverfield Lane, 2016) y la francamente espantosa The Cloverfield Paradox (2018), lo cierto es que el producto resultante se asemeja muchísimo a ese esquema fantástico de amplitud polirubro símil La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone) que ha venido marcando el devenir de la franquicia desde el inicio: este segundo opus de Julius Avery luego de Son of a Gun (2014), aquella interesante heist movie con Ewan McGregor y Brenton Thwaites, es un trabajo relativamente disfrutable que combina las epopeyas bélicas más clásicas con la iconografía propia de los nazis zombies bajo el caótico contexto de la Batalla de Normandía de 1944.
El relato sigue el derrotero estándar del subgénero con un mínimo pelotón que se topa con el reglamentario laboratorio nazi y sus investigaciones malsanas, ahora con un personaje central, el soldado raso afroamericano Boyce (Jovan Adepo), como parte de un grupo que termina siendo comandado por un cabo taciturno y mucho más experimentado, Ford (Wyatt Russell), y ayudado por una joven francesa que viene padeciendo desde hace tiempo el accionar de las tropas alemanas de ocupación, Chloe (Mathilde Ollivier). Como no podía ser de otro modo, los planes de los nazis pasan por revivir a los cadáveres con vistas a crear un ejército invencible que eternice al Reich y cumpla la simpática promesa de mil años de poder irrestricto por delante, en esta oportunidad sirviéndose de una brea enigmática que aguardaba ser hallada bajo suelo galo y transformada en una pócima inyectable tenebrosa.
Existen dos lecturas posibles para sopesar la película, primero podemos pensar que ofrece mucho más “agite bélico” que sustrato propiamente de terror y así debemos aclarar que la dosis de nazis zombies es bastante menor que la de disparos, y después asimismo se puede considerar a la prolongada introducción como un primer acto necesario ya que el trasfondo retro y un tanto lúdico del convite nos invita a preocuparnos por el destino de Boyce y sus compañeros durante un Día D al que accedemos a través de la perspectiva individual de estos “trabajadores” de la muerte, sin la soberbia de casi siempre de los mamotretos patrioteros yanquis y su tendencia a inflar la causa aliada como si no fuera parte de una contienda interimperialista execrable de por sí. Cualquiera fuese el caso, el film sale airoso porque resulta eficaz a nivel de las secuencias de acción y el sutil desarrollo de personajes.
Operación Overlord no cae en ningún momento en el ridículo pero tampoco se toma muy en serio al punto de difuminar la premisa trash que encauza la narración, prueba de ello es que construye a un Boyce de raigambre humanista y un Ford que desconfía tanto de las autoridades germanas como de las norteamericanas, a la vez respetando todos los mojones esperables en este tipo de productos (doctor psicótico símil Frankenstein, villano sádico que se convierte en súper zombie, damisela con nenito en peligro, un descubrimiento progresivo de los experimentos de turno, secundarios que acompañan ya sea como víctimas o comic relief, etc.). La originalidad brilla por su ausencia no obstante Avery se las ingenia para edificar una propuesta muy entretenida que hace de la agilidad -en sintonía con una montaña rusa o un videojuego a lo Wolfenstein 3D– su fortaleza y/ o núcleo fundamental…