La delincuencia es habitual en la sociedad argentina. Sólo basta con poner los noticieros para darse una idea de la cantidad de hechos de inseguridad que asolan las calles del país. Sin embargo, sólo conocemos los episodios en su superficie. Detrás hay muchas historias. Por ejemplo, la que presenta el documental Orione (2017)
Evitando todo sensacionalismo y tono de denuncia, la directora Toia Bonino se centra en caso que no escapó a los informes periodísticos, pero lo hace desde el lado del criminal. Más precisamente, de la madre de Alejandro Robles, un muchacho de Don Orione (en el Sur del conurbano bonaerense) que se dedicaba al robar. Mientras prepara una torta para su nieto, y sin aparecer demasiado en primer plano, la mujer relata cómo su hijo se fue inclinando hacia un estilo de vida fuera de la ley, no por necesidades económicas sino por gusto. A la par, Bonino recurre a grabaciones en video de cuando Alejandro era chico y lleno de vida, y también incluye filmaciones de allanamientos, cuerpos en una morgue y el testimonio de un individuo que podría ser un infiltrado.
A través de una estructura en siete partes, la realizadora consigue un balance entre la crudeza de lo sucedido y la intimidad en las escenas con la madre, quien, sin caer en lágrimas ni manifestaciones de rabia, transmite el dolor de quien perdió a un ser querido y no pudo hacer nada para cambiar lo que pasó.
Orione no condena, no glorifica, sino que nos descubre la intimidad de uno de los miles de casos policiales que pueblan las noticias, y lo logra desde la familia de quien optó por el camino del crimen.