Dirigida por Guillermo Casanova, y escrita junto a Inés Bortagaray, Otra historia del mundo es una ficción con mucho de realidad y, como dato de color, fue la película que Uruguay envió como representante de su país el año pasado a los Oscars.
Otra historia del mundo está basada en la novela Alivio de luto del escritor uruguayo Mario Delgado Aparaín. Mosquitos es la ciudad imaginaria del interior de Uruguay donde sucede. Allí rige una dictadura (aunque nunca se mencione esa palabra) a la que Milo (Roberto Suárez) y Gregorio (César Troncoso) simulan un ataque de guerrilleros. ¿Cómo? Secuestrando los enanos de jardín que colecciona el coronel Werner y difundiendo en la radio local un mensaje subversivo. Las cosas para estos dos amigos no salen como esperaban y uno de ellos resulta descubierto y preso, el otro consigue, luego de un tiempo, hacerse algo más cercano al coronel para que le permitan dar clases de historia.
Sin embargo, “cuanto más lejos estemos de contar la historia reciente, mejor para todos”, dice el coronel en medio de un notable diálogo entre ambos personajes y sólo le permite enseñar hasta el descubrimiento de América. Es a través de esas clases, que parecen a simple vista inofensivas, que Gregorio va narrando y trazando una nueva historia y le servirá, si las cosas esta vez sí le salen como espera, para encontrar a su amigo. Alrededor, una galería de personajes que se van cruzando y entrecruzando, hijos, esposas, amantes, terminan de darle vida a esta trama.
El film comienza con un tono ligero, rozando lo absurdo y, de a poco, se va tornando más serio y oscuro. No demora mucho en conseguir este cambio. Milo desaparece y estamos ante una película que por más teñida de ficción que esté, resulta demasiado cercana. No obstante, a grandes rasgos, se podría decir de Otra historia del mundo que es una sátira política que intenta mostrar unos sucesos duros de la manera más amable que encuentra.
Sin artilugios ni artificios (con excepción de las historias que cuenta y reinventa el protagonista), los aspectos técnicos del film cumplen su función sin destacarse, como la fotografía de Gustavo Hadba que aunque resulta convencional también lo hace de manera expresiva. El guion mantiene un buen ritmo aun durante las casi dos horas de duración aunque presenta algunas cuestiones poco verosímiles, detalles que hacen algo de ruido si uno se pone quisquilloso. Es verdad que no hay que olvidarse que, si bien este universo nos resulta demasiado conocido, estamos ante una creación ficticia, aun así se presentan algunas incoherencias en el desarrollo de personajes o ciertas tramas.