El osito que queremos todos
El director adapta las travesuras del osito peruano al Brexit y la elección de Donald Trump.
La primera película sobre Paddington, el antropomorfo osito peruano amante de la mermelada y propenso a los accidentes que jamás se despega de su sombrero, que fue creado por el escritor británico Michael Bond hace seis décadas, llegó a los cines de todo el planeta hace poco más de tres años. Como si Paddington fuera el opuesto del irreverente peluche Ted, el cineasta Paul King concibió en 2014 un empalagoso universo de bondad y ternura donde la irresistible torpeza del oso adoptado por la familia Brown lo hacía meter la pata una y otra vez.
Esa prodigiosa mezcla de actores y un osuno CGI era una fábula que celebraba la la diversidad cultural que produjo la migración en Londres. El mundo cambió demasiado desde aquel idílico 2014 y, Brexit y elección de Donald Trump mediante, King tuvo que hacerse cargo de este nuevo contexto y recalcular el destino del osito inmigrante en Londres en esta secuela. Paddington 2 enseguida encuentra al protagonista estigmatizado y encarcelado por un crimen que no cometió.
A partir del confinamiento del oso en prisión aparece el principal problema de la película: King se debate entre diversas líneas narrativas entre los vaivenes de Paddington en la cárcel, la lucha de su familia por demostrar su inocencia y la búsqueda de un tesoro perdido que tiene una llamativa conexión con el injusto encarcelamiento del osito peruano.
La dimensión política del filme no vuelve depresiva a esta comedia de enredos ni mucho menos. En la cárcel sobra lugar para las monerías de Paddington y King jamás sucumbe ante la depresión del gris carcelario y consigue darle color a ese escenario con banquetes multicolores, uniformes rosas, gentileza de cierto error osuno en la lavandería de la prisión, y una onírica jungla recreada por el Paddington en su celda mientras busca el consejo de su tía Lucy. El verdadero brillo de la película y la diversidad de colores son obra de Hugh Grant, que interpreta al narcisista actor Phoenix Buchanan, y demuestra que todavía puede lograr uno de sus mejores papeles incluso en un rol secundario en una película infantil. Su interpretación es el verdadero tesoro oculto en Paddington 2.