Abducidos por la risa y el delirio
El título de la película de Néstor Montalbano bien puede tener varias vías de interpretación: primero y principal, el hit que marcó a fuego a los consumidores de la música de esa Argentina de los '80 que nos intenta ilustrar el director de Soy tu aventura (2003), aún cuando se manipulan algunas cuestiones históricas para fines exclusivamente cómicos y se conservan otras para avalar la base ideológica que cimienta toda la desfachatez del guión; y segundo, ya en un plano más interpretativo, una alusión a las creencias de las cuales el pueblo de Las Pircas está absolutamente acostumbrado y que, en un contexto ajeno y plenamente etnocéntrico como del que proviene el protagonista (un excelente y atípico Diego Capusotto), puede denominarse "de locos".
Si bien ya estoy harto de que a cada comedia -de procedencia nacional o internacional- que pase por las carteleras argentinas se le adjudique el adjetivo "loco/a" en el título, la mejor forma de describir a Pájaros volando es diciendo que es una comedia loca, de locos, y para reír como locos.
Aún cuando el film carece de solvencia técnica (montaje medio pelo, con errores grosos, y una edición de sonido bien argentina, o sea, también medio pelo), se asegura la buena relación con el público gracias a un guión bien dotado, sin estereotipos notables, actuaciones acertadas (Luis Luque y Capusotto nuevamente la rompen juntos, Osky Guzmán está genial, y las conversaciones entre Juan Carlos Mesa y el personaje Magallanes son monumentales), y un desfile de parodias, insultos y autoreferencias que caen muy bien paradas en el momento justo.
Si alguien sale de la sala sin haber reído aunque sea dos o tres veces con Pájaros volando es porque, o bien no sabe digerir el único e inigualable estilo de la única gran comedia que hoy por hoy disfruta el arte audiovisual argentino, o no logra captar la esencia prejuzgada de un humor que a vuelo de pájaro (no es un chiste fácil) se ve ridículo y grotesco pero que en el fondo guarda una inteligencia poética, estilística y política riquísima, que no todos están acostumbrados a consumir y (lamentablemente), por ende, entender.
Para demostrar esto me valgo de las diferentes interpretaciones que cada personaje le atribuye al platillo volador en el desenlace; la gloriosa conversación con el gorila estando en estado de abducción -tener a un peronista de raza hablando de fútbol con ese animal cuando menos resulta curioso-, con la intervención de Pedro Saborido en la escena (he allí la fórmula mágica de lo mejor en comedia argentina del momento, como lo es Peter Capusotto y sus videos); o las participaciones de un sinfín de personajes de renombre dentro del mundillo artístico y mediático argentino, algunos apareciendo de forma obvia (como la buenísima secuencia con Antonio Cafiero), y otros traídos a colación con una simple mención tal como "que la sigan mamando".
Aunque limitada por ser tan, pero tan argenta, Pájaros volando se disfruta en grande por un humor único, que describe y testífica fielmente la jungla que es nuestro país. Además, invita a la doble lectura: la risa fácil como mero divertimento (que no está nada mal, y si se la juzga sólo por esto es una obra maestra hecha y derecha), o la posibilidad de un mensaje que nos indica que quizás no sólo estamos ante una re-delirante de hippies drogones que creen en extraterrestres, sino toda una radiografía de nuestra sociedad y sus matices, la cual nos hace pensar que más le vale a Dios que no nos haya dejado sólos en el Universo.