Especular
“Palabras robadas”, de Brian Klugman y Lee Sternthal, pone al descubierto el clásico juego, ya trabajado por Shakespeare en Hamlet, de “la escena dentro de la escena”.
La historia es la de un escritor que escribe, quizás, su propia historia, acerca de un robo literario.
Clay Hammond se identifica a través de sus letras con el personaje creado en su propia novela, Rory Jansen. Esta especularidad de ambos personajes del film se introduce a través del misterio y la insinuación que el escritor despliega a partir de la aparición de una seductora mujer interesada en su novela.
Rory Jansen cree haber alcanzado el anhelado éxito al publicar como propio un relato ajeno. La aparición del verdadero dueño del escrito provoca el desbalanceo de la situación y el surgimiento de nuevas variables, dado que éste no demanda un resarcimiento económico, sino que pone en cuestión el robo de un símbolo que lo representa en su historia de vida.
La película pone en tensión a las palabras en su esencia, ¿Son propiedad del hombre? ¿Pueden ser robadas o bien tenemos que pensarnos hablados por los otros?
Estas incógnitas develan la delgada línea que transita el film. Caer o no en la locura misma. Ser o no ser, esa es la cuestión.