No está muerto quien pelea
Las películas de zombies vuelven a ser furor, y la animación cuadro por cuadro no se quiere quedar aparte de la moda. Lo bueno es que Henry Selick y la productora Laika vienen haciendo esta clase de productos desde hace varios años, y ya están cancheros en el tema.
Henry Selick, que comenzó a hacerse conocido bajo el ala de Tim Burton, se independizó hace rato de su colega y con nueva compañía formateó películas como El cadáver de la novia y Coraline. La fábrica de ilusiones que ahora supervisa estaba en ruinas hace menos de una década, cuando Phil Knight, el dueño de Nike, la compró y la rellenó de dólares como a una almohada.
Paranorman es una nueva variante, fresca, ágil, inspirada, de las historias de muertos vivos. Sobre un pueblo perdido pesa una maldición que sólo un niño de 13 años puede conjurar, un sortilegio por el cual los cadáveres brotan de las tumbas para llevarse a los que aún respiran, enviados por el espíritu dolido de una pequeña a la que en el pasado condenaron por brujerías.
Si el espectador compra la estética de la película, disfrutará de esta aventura, que es un poco menos sombría que los anteriores despachos de la misma casa. Los monstruos con ojos saltones, que expelen jugos y pierden sus extremidades; la atmósfera melancólica, acentuada por las sombras y los colores fríos usados; el humor negro, son algunos de los ribetes de este largometraje que tuvo un altísimo costo de producción.
Lo que no se puede dejar de apreciar es la maestría en el manejo de la técnica del stop motion. Algo que salta a la vista de cualquier espectador cuando observa la verdadera orquesta de seres y objetos animados que desfila por la pantalla, y que hacen que valga la pena ver la película más de una vez, para poder detectarlos a todos.
Si se piensa que cada segundo de largometraje es una serie de fotografías sacadas a un mismo escenario de plastilina, donde las figuras que se retocan a mano milímetro por milímetro, para generar la sensación de movimiento, resulta asombroso observar la inusual cantidad de detalles que tienen muchas de esas secuencias.
Una obra artesanal, para todo público, en la que además tienen un protagonismo destacado los efectos especiales, que, combinados en su medida justa con el pulso humano, hacen un cóctel único para grandes y chicos.