Pasajeros

Crítica de Fernando Casals - Revista Meta

La segunda película del director noruego Morten Tyldum en Hollywood, cae en algún lugar del espectro de la ciencia ficción entre películas “profundas” estilo La Llegada y las pochocleras a las que la industria nos tiene acostumbrados, Pasajeros entretiene pese a sufrir un guión que -al contrario de las estrellas protagonistas- carece de personalidad.

Al no ser ni una secuela ni un remake, tiene algo a favor: puede dar rienda suelta a la originalidad. Claro que no lo hace, y lo que parecía un interesante idea de “Adán y Eva en el espacio” termina siendo otra película de ciencia ficción con un clímax donde la acción opaca cualquier rasgo de humanidad construido por la narración.

El personaje de Chris Pratt es despertado unos 90 años antes de su llegada programada a su nuevo planeta por una falla tecnológica. La soledad hace que luego de un año, despierte a una (Jennifer Lawrence, la más linda e interesante, claro) de las 5000 almas que viajan con él, a sabiendas que la está condenando a muerte. Este hecho despreciable está bien escondido de los trailers y todo material promocional de la película, se entiende claramente por qué.

Se enamoran o algo así, hasta que ella se entera que fue despertada y se enoja muchísimo. Entonces la película que venía en caída, se derrumba. Otro miembro de la tripulación (Laurence Fishburne) despierta convenientemente a tiempo para diagnosticar la inminente destrucción de la nave. “¿Qué estamos buscando?”, se preguntan. “Algo roto. Algo grande “, les informa. Así de estúpido se vuelve el guión.

La innegable química en pantalla compartida por Pratt y Lawrence no alcanza para salvar la historia. El componente clave que separa una buena película de ciencia ficción y una menor disfrazada de pretensiones es el uso de la narrativa para explorar la condición humana. Pasajeros apenas sobrevuela la idea de inmiscuirse en las motivaciones de los protagonistas y el resultado es el mismo de siempre en este tipo de producciones de estudio.

Rápidamente el mecánico Pratt se convertirá en un superhéroe impermeable al fuego y al dolor y en un genio que puede arreglar problemas en un minuto. Mientras que la periodista cerebral Lawrence se transforma primero en una reina de grito, y luego en una damisela que lo perdona y salva, porque una película con semejante inclinación por complacer a su audiencia no podía tener otro final que no sea uno bien feliz.