Culebrón espacial
Una película creada con la "técnica Netflix" busca captar a varios públicos al mismo tiempo y termina bastardeando tres carreras: la de sus protagonistas y la de su director.
Comenzó la era Netflix en los cines. Y no es que esta "Pasajeros" haya sido realizada por el canal de streaming pero sí utiliza el mismo algoritmo para decidir su siguiente paso.
Paso a explicarme; House of Cards, una de las series más exitosas de Netflix fue realizada siguiendo una suerte de encuesta en la que los "televidentes" decidieron qué tipo de programa querían ver (un drama político), con qué protagonistas (Kevin Spacey, Robin Wright) y tantos otros detalles que se cumplieron a la perfección.
Acá, algún productor decidió reunir en un mismo film a los actores "más codiciados" de los rankings de las revistas tipo "GQ" o "Esquire" –Jennifer Lawrence y Chris Pratt-, en un "drama romántico espacial", un tema de actualidad como la posibilidad de viajar a través del espacio, y el género en el que mejor se han desempeñado ambos (la ciencia ficción); y decidieron poner a cargo a Morten Tyldum, que venía de pegarla con la genial "El Código Enigma".
El problema aquí es que, mientras que el público de Netflix puede disfrutar de series bien hechas –y sobre todo definidas dentro de un género-, el pastiche que resulta de esta ecuación cinéfila es sencillamente intragable.
La película relata cómo durante un viaje espacial de 120 años de duración con el objetivo de colonizar un nuevo planeta para una corporación todopoderosa, un meteoro impacta contra la astronave "Avalon" y la deja severamente dañada.
El impacto causa que una de las cápsulas de hibernación en las que viajan los 5 mil pasajeros sufra una avería y su ocupante se despierte 90 años antes de lo previsto. Jim (Chris Pratt) comienza a deambular por la inmensidad de la nave hasta que, un año después y acuciado por la soledad, decide despertar a otro pasajero. Claro que el tipo no se va a conformar con cualquier persona que encuentre así que elige despertar a Aurora Lane (Jennifer Lawrence), una conocida escritora y periodista, a sabiendas de que es imposible volver a poner a una persona en hibernación. O sea que es casi, casi como condenarla a muerte.
A partir de ese momento clave, el espectador sabrá cómo se desarrollará todo lo que sigue gracias a un guión tan mediocre y predecible como cualquier telenovela argentina de la actualidad, muy a pesar de todos los sufridos intentos del director para convertir esto en algo interesante, tras haber firmado un contrato millonario pero que limita cualquier movida creativa. Los actores, sencillamente no colaboran para nada: mientras Chris Pratt se limita a repetir su trabajo de "Guardianes de la Galaxia", Lawrence no hace más que poner caras de "son sólo 3 semanas de rodaje por unos cuantos millones embolsados a mi cuenta" o "prefiero seguir viviendo con ratas en mi departamento de soltera de New York".
Lo único que salva a esta ecuación y le da un poco de ritmo y humor es Michael Sheen como el barman robot de la nave, el clásico recurso del guionista para ponerle un poco de onda y sarcasmo a este culebrón que encabezan dos personas durante casi dos horas.
En definitiva, Pasajeros (que se estrenó este lunes en preestreno), es una de esas películas hechas para satisfacer a varios públicos y que terminan haciéndole perder plata al estudio por el sólo pecado de ser ambicioso.