El paso equivocado
Tal vez Pasión inocente hubiese llegado a otro lugar si transitaba por los andariveles del thriller y no descansara únicamente en la estructura del melodrama burgués tan afín a cierto cine de carácter independiente con pretensiones de seriedad que muchas veces corona las propuestas de los festivales de menor categoría. Y en ese sentido sin menospreciar esta película correcta del realizador Drake Doremus, se puede decir que el resultado final es menos provocador que lo que en un comienzo se vislumbraba al menos como un film interesante.
Sencillamente la premisa de este melodrama se apoya en el elemento distorsionante dentro de una estructura familiar consolidada –o al menos eso parece- que trastoca toda la dinámica y pone en peligro el círculo de confort, especialmente el del miembro más vulnerable que es aquel que manifiesta sutilmente disconformidad con la vida que lleva. Ese es el caso de Keith (Guy Pearce), quien toca el violonchelo en una orquesta y espera la ansiada vacante para seguir progresando en su carrera mientras se gana la vida como profesor de música en el mismo colegio donde estudia su hija Lauren (Mackenzie Davis), nadadora de competición cuya afición por la música es nula. Casado con Megan (Amy Ryan), quien acepta recibir a Sophie (Felicity Jones) como estudiante de intercambio inglesa, Keith siente un atractivo por esa enigmática y callada joven que además ejecuta el piano prodigiosamente y representa esa pequeña cuota de libertad que él necesita para salir del agobio y de una rutina de vida cercana a la monotonía.
Respirar nuevos aires y así romper los vicios y las inercias propias parece la única alternativa para el hombre, que comienza a cambiar sus conductas habituales para con su mujer y su hija de manera paulatina y sin poder cortar el vínculo invisible con la atractiva Sophie, quien también se ve seducida por el profesor y sus tribulaciones melancólicas. Sin embargo, la encrucijada entre comenzar desde cero junto a Sophie y perder todo bajo el hechizo de lo fugaz hace mella en el presente y condiciona el futuro de Keith para quien el riesgo no es directamente proporcional con el placer o el goce del cambio.
Si bien el guión busca a veces con eficacia y otras no evitar lugares comunes en la definición tradicional de un triángulo amoroso o la historia de una obsesión elemental, los resortes del drama existencial se tensan principalmente en la piel de Keith, personaje al que el australiano Guy Pearce dota de espesura, densidad dramática, en plena consonancia y química con la fotogenia y misterio de Felicity Jones, quien no apela al recurso de la sensualidad o sexualidad velada sino que lo hace desde una sensibilidad y fragilidad particularmente perversa.
Pasión inocente no obstante es un film bien construido, que pese a sus altibajos narrativos logra sostenerse gracias a las buenas actuaciones de sus protagonistas así como a la cuidada y prolija dirección que encuentra el ritmo ajustado para el desarrollo de un melodrama en apariencia distinto pero convencional al fin.