Después de Like Crazy, todo un plantel femenino estaba esperando esta película que une nuevamente al director Drake Doremus con la actriz Felicity Jones. Fiel a su estilo anterior, es una película de clima, que crea tensiones y trabaja sobre la dinámica de los personajes por sobre un ritmo narrativo. Esto ayuda mucho porque ha elegido como contra parte de la unigesto (y muy bonita) actriz principal al enorme y formidable Guy Pearce interpretando algo que no hace, desde hace mucho tiempo: de tipo normal.
La película empieza cuando una estudiante de intercambio inglesa va a parar a una casa de una familia en las afueras de New York. Mientras todos los miembros menos la madre están poco entusiasmados con la irrupción de una extraña, Sophie tiene que lidiar con su propia decepción al darse cuenta de que Manhatthan no queda precisamente en la esquina.
A partir de su llegada, suceden cosas bastante lógicas como el hecho de que todo el colegio esté movilizado por la llegada de la chica nueva y que su hermana no esté del todo encantada con la perspectiva. El único problema es que el más encantado parece ser el padre. Y digo esto con una ironía que la película no merece: Keith no es un galán o un abusador de menores, sino que es un hombre que se encuentra atrapado en una vida que no buscó y siente que nadie más en su entorno va a ayudarlo a lograrla. De repente esta adolescente hermosa está ahí para una conexión que no puede encontrar en otro lado. Y tampoco es que ella es agresiva en manifestar su interés, sino que simplemente que los espacios se dan por la cercanía en terrenos en común y en ansias.
La película mantiene una tensión constante que hacen que el espectador se divida entre querer que concreten y lo incorrecto que suena. Las situaciones se dan casi por casualidad y uno transpira cuando ve a Keith intentando no sucumbir, a una adolescente mucho más disponible (tiene lógica por su edad) y a esos momentos tan sencillos de quebrar toda la estructura previa.
Con la moralina típica con la que tienen que presentarte estos temas, a lo mejor a mitad de camino uno siente que la idea de inhalar (Breathe in) es para acudir a un espacio de paciencia más que a animarse. Pero el rol que le dan a esta chica extraña es la de sentarse con los propios fantasmas, sobre todo.
El resultado, es una buena película, que tira más al drama que al romance, que juega más con las miradas que con la acción. Disfrutable.