Las diabólicas.
Cada nueva realización del gran Brian De Palma constituye un acontecimiento de por sí que debe ser medido en función de su carrera hasta la fecha, un contexto cinematográfico poco propenso al inconformismo y las características singulares de la vertiente trabajada hoy por hoy. En primera instancia debemos tener en cuenta que luego de la fallida Misión a Marte (Mission to Mars, 2000), el señor ha abandonado casi por completo los Estados Unidos en materia de financiación y se ha volcado con todo a Canadá y Europa en general con vistas a conservar su independencia artística y evitar cualquier tipo de intromisión del mainstream.
Ahora bien, el hecho de que la pobreza cualitativa de la coyuntura internacional lo lleve hacia los márgenes industriales es un factor de análisis que debe ser complementado por las peculiaridades del “formato” en cuestión, el cual en el caso de un cineasta tan ciclotímico como De Palma puede variar desde el arty experimental, el suspenso a la Alfred Hitchcock, la epopeya gangsteril, los arrebatos contraculturales y la infaltable obra por encargo, en esencia de tipo circunstancial. Como a nivel popular se lo relaciona fundamentalmente con el film noir, el norteamericano ha reincidido una y otra vez en el género con suerte diversa.
Si bien Pasión (Passion, 2012) es en términos prácticos una remake de Crime d’Amour (2010), una cinta francesa con alguna que otra resonancia de la extraordinaria Las Diabólicas (Les Diaboliques, 1955) de Henri-Georges Clouzot, a decir verdad reúne un buen número de “rasgos depalmeanos” que van más allá de una estructura narrativa centrada en la rivalidad entre dos ejecutivas de una agencia de publicidad, interpretadas por las siempre eficaces Noomi Rapace y Rachel McAdams, en un juego en donde la disputa por el poder corre de la mano de la humillación recíproca, las venganzas personales y el homicidio de turno.
Cabe aclarar que en esta ocasión estamos lejos del estupendo nivel de Mujer Fatal (Femme Fatale, 2002) y cerca del encantador caos de La Dalia Negra (The Black Dahlia, 2006), en un combo que cita el devenir de los thrillers eróticos aunque sin la potencia ni las sorpresas de antaño. Por supuesto que dicen presente esos travelings exquisitos, la pantalla dividida, la fotografía preciosista, el tono operístico, los vaivenes en la trama, los raptos de violencia furtiva y las actuaciones exasperadas. En una carrera un tanto errática, Pasión funciona como un ejercicio de estilo por demás digno pero a mitad de camino hacia la excelencia…