Donde yace el corazón
Pavarotti (2019), interesante retrato a cargo de Ron Howard del famosísimo tenor italiano, comienza respetando los engranajes retóricos de los documentales en primera persona, en sintonía con Listen to Me Marlon (2015) de Stevan Riley, acerca del gran Marlon Brando, y Maria by Callas (2017) de Tom Volf, sobre la legendaria soprano griega Maria Callas, no obstante pronto se transforma en un trabajo expositivo más tradicional que ofrece una pluralidad de entrevistas e imágenes de archivo con vistas a construir una crónica de la vida de un hombre con una presencia escénica incomparable, sin duda el principal responsable de que el lenguaje operístico siga gozando de relativa buena salud a lo largo del globo de la mano de una popularidad que sólo se explica por el eterno derrotero artístico/ comercial/ benéfico de un señor que llegó al punto de constituirse en sinónimo de canto lírico masivo.
Sinceramente el opus de Howard resulta muy prolijo y sensato, quien por cierto en materia de documentales musicales venía de entregar la excelente The Beatles: Eight Days a Week- The Touring Years (2016), acerca de la muy poco explorada faceta de “banda en vivo” del mítico cuarteto de Liverpool, aprovechando en especial los registros audiovisuales del período que va desde 1963 a 1966: aquí, de hecho, el realizador vuelve a unir fuerzas con el guionista de aquella, Mark Monroe, para regalarnos un estudio pormenorizado del ascenso al estrellato de Luciano Pavarotti desde su nacimiento y su entorno familiar en Módena, pasando por su debut profesional en 1961 y su progresiva consagración durante los 60 y 70, y finiquitando con la etapa más popular a escala internacional correspondiente a las tres décadas siguientes, esas que lo vieron abandonar implícitamente el ecosistema de la ópera.
El film adquiere la forma de una carta de amor esplendorosa dirigida a un tenor con una voz, un carisma y una técnica celestiales, de esas que constituyen un tesoro de por sí cante lo que cante, por ello consiguió lucirse en coyunturas de neto corte colaborativo como Los Tres Tenores, aquel grupo vocal que integró junto a Plácido Domingo y José Carreras, y en contextos un tanto bizarros por conjunciones artísticas que generaban más tropiezos que recompensas, nos referimos por supuesto a Pavarotti & Friends, esa serie de conciertos que brindó con una enorme variedad de cantantes/ músicos del rock y el pop como por ejemplo Sting, Bob Geldof, Brian May, Mike Oldfield, Bryan Adams, Andrea Bocelli, Bono, Meat Loaf, Michael Bolton, Elton John, Sheryl Crow, Eric Clapton, Liza Minnelli, Joan Osborne, Stevie Wonder, Celine Dion, Jon Bon Jovi, Mariah Carey, Ricky Martin, B.B. King, Joe Cocker, Gloria Estefan, George Michael, Caetano Veloso, Deep Purple, Tom Jones, Maná, Barry White, James Brown, Grace Jones, Lou Reed, etc. La ópera, entendida dentro del clasicismo de la primera fase de su trayectoria, aparece como un oficio que reclama una amalgama de talento, configuración física y expresión actoral/ corporal pensada al dedillo.
Lo más atractivo de Pavarotti, amén de terminar de confirmar que la obsesión del señor con los eventos de caridad se vincula a su amistad con Lady Di/ Diana de Gales, pasa por el enfoque honesto del documental en cuanto a las grandes pasiones del intérprete por fuera de la ópera, léase la comida, las mujeres y esa misma filantropía que a partir de la década del 90 sustituyó a la maquinaría capitalista que se montó a su alrededor en los 80 (basta con recordar la catarata de avisos publicitarios, merchandising, “presentaciones especiales” y registros discográficos redundantes de la época). También se agradecen los testimonios de las tres mujeres fundamentales, su primera esposa Adua Veroni, su amante Madelyn Renée, una soprano que conoce a fines de los 70, y su segunda cónyuge Nicoletta Mantovani, de la que lo separaba una generosa distancia en edad que derivó en ataques estúpidos por parte de la prensa sensacionalista. La película asimismo gana mucho por su doble carácter de proyecto mainstream y “oficial”, esquema que implica que el material de archivo -y sobre todo el audio- ha sido restaurado de manera genial, remarcando que lo mejor que nos puede pasar en nuestra vida es dedicarnos a lo que nos gusta y/ o reposar donde yace el corazón…