Sobre la permanencia en el tiempo
Si existe un ítem que históricamente ha caracterizado a los debates alrededor de Pearl Jam es el de la calidad musical de la experiencia en sí: sin dudas durante las últimas dos décadas la banda de Seattle dio innumerables muestras de su fuerza en vivo pero a decir verdad siempre quedó flotando aquel comentario de Kurt Cobain de principios de los `90 en el que los denigraba tildándolos de ser una “versión grunge” de Led Zeppelin. Muy lejana la coyuntura y considerando la escena rockera contemporánea, atrapada en lo que podríamos definir como una “retromanía aguda”, ya poco importa si la agrupación en su momento de despegue fue la más clasicista, en términos concretos hoy constituye una propuesta valiosa.
Frente a un documental tan satisfactorio como el presente a uno le resulta casi imposible esquivar el aluvión de recuerdos de aquellos años dorados de la adolescencia, última etapa masiva del rock como movimiento contracultural capaz de moldear imaginarios sociales autónomos (específicamente hablamos de un random existencial que incluye descubrir por primera vez el video de Jeremy y/ o encontrarse con una infinidad de “piratas oficiales” en las bateas de la Tower Records). Por supuesto que no podía ser otro que Cameron Crowe el encargado de dar forma a la antología: el director de Jerry Maguire (1996) y Casi Famosos (Almost Famous, 2000) los conoce desde antes de su cameo en Solteros (Singles, 1992).
El trabajo del californiano repasa toda la historia del grupo y recopila una enorme cantidad de material inédito de la más variada naturaleza y obtenido de múltiples fuentes: así se van acumulando cronológicamente entrevistas originales, grabaciones caseras, shows a lo ancho del globo, intimidades hogareñas, reseñas de la época, presentaciones televisivas, detalles de backstage, testimonios desconocidos y muchísimas imágenes que registran los sucesivos puntos de inflexión. De hecho, el cineasta ofrece una primera mitad vertiginosa acorde con el éxito abrumador de Ten para luego bajar las revoluciones con una segunda parte más serena, en sintonía con el retrato de la permanencia en cuestión, tan inusual por estos días.
Prácticamente no ha quedado tópico afuera, estamos ante un análisis exhaustivo de aquel ascenso meteórico, la dinámica interna, el carisma de Eddie Vedder, sus reiterados ataques a MTV, el boicot a Ticketmaster, los conciertos autogestionados, la excelente relación con sus colegas de Soundgarden, las colaboraciones con Neil Young, la mítica de sus recitales, los cambios de integrantes, la temática de las letras, las disputas eventuales, la decisión de no repetir demasiadas canciones en las giras, la tragedia en Dinamarca durante el Festival Roskilde, el amor de los fanáticos, sus numerosos choques con la industria discográfica, el activismo socio- político y su oposición tajante a la administración de George W. Bush.
Crowe utiliza con sabiduría toda la parafernalia hollywoodense a su alcance para construir un rockumental extremadamente completo que a pesar de contar con el beneplácito de la banda nunca cae en los típicos ejercicios de indulgencia de los macro actos mainstream. Siguiendo la línea señalada por obras recientes como las extraordinarias End of the Century (2003) acerca de los Ramones o Amazing Journey (2007) sobre The Who, Pearl Jam Twenty (2011) equivale al sueño glorioso de un entusiasta de la música en general: bien podemos leer a estos muchachos como la metáfora perfecta del trayecto que va desde el glam berreta de los `80 -símil Mother Love Bone- hasta el grunge de la constitución final…