"Son," She said, "Have I got a little story for you...”
La historia de varias bandas empieza con un “En Seattle a finales de los años ochenta unos chicos que tocaban en garajes”, de hecho Pearl Jam Twenty es el segundo documental que se estrena en el año que empieza en la misma escena musical. Pero acaso que esta banda sea solo una entre varias bandas únicas que surgieron en el mismo tiempo y en el mimo lugar, no lo hace menos interesante. Si hay que llamarlo de alguna forma, coincidencia no es la primera palabra que se me ocurre, es privilegio, el del oyente. Privilegiados nosotros por poder ser parte de la que posiblemente haya sido la última gran revolución del rock, privilegiados porque la amistad que hubo entre esas grandes bandas , permitió un ida y vuelta entre los músicos y los espectadores, sin precedentes, y Cameron Crowe esto lo supo todo el tiempo, y vaya si lo aprovecho.
Crowe era ese periodista musical que ya nos retrató con el William Miller de Casi Famosos. Cuando llegó a Seattle y conoció a varios de los músicos que podemos ver en documental. La historia de la banda es, en parte, su historia. No se trata solo acerca de ¿Quién o Qué es Pearl Jam? Se trata de una búsqueda artística, de una visión del Como se debe hacer el arte y está claro que un escritor y director de cine que se embebió en esa escena artística pueda, no solo entenderlos sino compartir parte de esa ideología; y, por supuesto, capturarla en forma cinematográfica.
La historia de Eddie Vedder, Stone Gossard, Mike McCready, Jeff Ament y Matt Cameron comienza con Mother Love Bone, una banda que Gossard y Ament formaron en los ochenta y que conoció su final cuando su cantante Andy Wood murió a consecuencia de una sobredosis. Pero tiempo después se abrirían dos nuevas puertas, por un lado Jeff y Stone decidirían formar una nueva banda, y por el otro el compañero de departamento de Andy, un tal Chris Cornell, se contactaría con ellos para hacer un disco homenaje a al amigo que tenían en común. Si bien Cornell solo sería parte de ese proyecto que se llamó Temple of the Dog, de la unión de esos dos caminos surge el Pearl Jam que conocemos hoy.
Crowe sostiene la película a partir de la rica historia personal que tienen los miembros de la banda entre sí. En los 20 años de la banda vivieron muchas cosas y el impacto que tuvieron en ellos, forjó una amistad y un espacio creativo muy particular. Se vale de material de archivo que sorprende por su variedad y calidad, no en cuanto a la belleza de la imagen, sino al contenido del mismo, de testmonios de fans y allegados a la banda, recitales, audio de demos, entrevistas a los integrantes de la banda, todo para acercarnos a eso que es Pearl Jam. Al final de cuentas, la búsqueda artística es lo que hizo que la banda tuviera una respuesta “¿Por qué seguimos tocando?”, pero la amistad es el pegamento que los mantuvo unidos ante tantas tragedias por las cuales tuvieron que pasar. No solo es la música, es lo humano. Pearl Jam es una agrupación de personas excepcionales que hacen música, porque lo sienten, porque es su pasión y su vocación, y son buenos en lo que hacen, y aunque no lo fueran, lo harían igual. No cabe la menor duda de eso. El documental nace de esa premisa, y lo sumerge al espectador en esa comunidad, y nos permite entender, quienes son y porque hacen lo que hacen, aunque sea por un rato.
Aquel que seguidor de Pearl Jam, tendrá la suerte de poder dialogar con el film desde otro lugar, hay claramente una conversación entre la música y lo que pasa en la pantalla. Una de las cosas más maravillosas de los documentales es la posibilidad de llevar nuestra historia personal con el objeto del documental y ponerlo en la mesa a la hora de ver la obra. Pero la realidad es que aún aquel que no conoce a la banda puede sentarse y pasar un gran momento. Las grandes historias son así, te atrapan quieras o no, y en este caso lo dejan a uno deseoso de más, y agradeciendo que Pearl Jam, pueda decir I’m still alive.