Ana es española, radicada desde hace varios años en la Argentina. Actriz pero con pocos proyectos. Es hermosa, vale destacarlo. Lucía está separada pero nuevamente en pareja. Tiene una hija, única razón por la que todavía tiene que ver a su ex marido, Ricky. Este último es ante los ojos de Lucía, un cuarentón patético.
Este es el trío central de la película de Victoria Garaldi, realizadora de “Cerro Bayo”. La película empieza con Ana viajando en tren. Lucía la va a buscar a la estación y la lleva a su casa, una espacio de gente acomodada, con pileta, en un verano caluroso que apenas está comenzando, para cuidarla durante unos pocos días en que ella va a estar afuera. Sólo planea estar sola y tranquila, beber una copa de vino quizás, conectarse con su descanso de manera libre e imperfecta, y hacerle compañía, mientras esté, a la niña ya no tan niña…
Pero en escena aparece Ricky, quien ya fue presentado por Lucía con su descripción. Y lo primero que atina a hacer Ana es a ponerse el vestido de Lucía, que antes le había halagado. Y es que Ana no pasa desapercibida con su belleza, ni sus uñas del pie pintadas por la niña. “Tenés unos pies hermosos” se escucha y es el comienzo de un coqueteo que no necesita durar demasiado. Hay química y atracción mutua. De parte de él, nunca parece haber un cuestionamiento sobre lo que está haciendo. Ella después se encierra en el baño a llorar con la ducha abierta para que no se la escuche.
El conflicto principal de la película es éste y sobre ese sentimiento gira la cinta. De allí la pregunta con la que se la viene promocionando: ¿Qué harías si tu mejor amiga se enamora de tu ex? De un argumento simple obtenemos una película fresca y liviana, sutil, cool incluso por momentos.
La idea nunca es ahondar demasiado en el drama que se plantea, sino ser testigos de cómo estos personajes manejan su vida como pueden. Elena Anaya interpreta correctamente a la hermosa aspirante a actriz. Valeria Bertuccelli nunca falla, aunque su personaje sea parecido a lo que ya hemos visto de ella. Fernán Mirás está muy bien, su personaje parece ser el más centrado, más allá de no parecer en ningún momento preguntarse si está bien o no, lo que está haciendo.
Un par más de secundarios aportan humor y simpatía para encuadrar la historia. “Pensé que iba a haber fiesta” es una película que tiene este nuevo espíritu indie nacional, y el sello inconfundible de ser, una película de autor (pequeña, al fin, pero con el sello de una directora que promete).
Probablemente pases un buen momento con ella.