El código que se rompió
Los códigos de la amistad son inalterables. A menos que haya un romance de por medio. Al menos así lo entiende Ana, quien se enamoró del ex marido de su mejor amiga, y encima tuvo sexo en la mismísima casa de esa mejor amiga. Una pinturita. Victoria Galardi construyó un relato paisajista. Su misión fue contar lo fácil que es destrozar una confianza de años con la tan mentada excusa del amor. “Simplemente pasó”, le dice Ana (la bellísima Elena Anaya) a Lucía (la siempre efectiva Valeria Bertuccelli). Pero la habilidad de la directora de “Cerro Bayo” se demuestra más en la forma en que exhibe los ratos de ocio en el verano de diciembre de una familia clase media alta. Y en las charlas superficiales plagadas de lugares comunes típicas de las cenas de fin de año. También Galardi husmea en los mitos vinculados a la vida de excesos que sobrevuelan a los artistas, y lo hace en un tono muy cercano a la comedia. Ana es una actriz española de medio pelo que llega al hogar de Lucía con dos objetivos: cuidar de Abigail, la hija de su amiga, y de paso disfrutar de esa linda casa con pileta ubicada en un barrio privado. A Ana le interesa disfrutar de la soledad mientras espera que un director de cine la convoque para una película. Pero en su universo íntimo no contempló que iba a reencontrarse con Riki (un sobrio Fernán Mirás), quien la seduce desde el primer minuto en que la ve y logra ampliamente su cometido. Ana goza y sufre de esta relación. Sabe que le hizo trampas al código de amistad que lleva con su amiga, pese a que hacía tres años que Lucía se había separado de Riki. Galardi sólo puso el eje en esta coyuntura dentro de la relación de amistad. Y con una simpleza contundente deja abierta la reflexión para quien lo vivió, o podría vivir, una situación semejante.