De paraísos perdidos y recobrados
Hasta no hace demasiado tiempo, decir cine de género, en la Argentina, era casi el equivalente de un epíteto irreproducible, tanto por su supuesta baja calidad como por sus limitadísimas posibilidades de explotación comercial. Sin embargo, más para bien que para mal, la clasificación ha dejado de ser una mala palabra y se ha convertido en referente ineludible no sólo de cine de bajo presupuesto, sino también de ingenio, creatividad, una saludable dosis de humor (negro, generalmente), y un bien ganado prestigio en constante crecimiento.
Un buen ejemplo es la productora platense Paura Flics, que ya desde su nombre nos invita a pensar en esas primitivas imágenes del cine en sus comienzos, cuando los movimientos, por la precariedad de medios de producción y reproducción, carecían de precisión kinética y luminosa (de ahí, flickers, o tembleques, en buen porteño). Pues bien, la última película de Paura Flics, Penumbra, promete suspenso, alguna bizarreada y un poco de gore, y cumple con casi todas estas premisas.
Escrita y dirigida por dos veteranos del género como Adrián y Ramiro García Bogliano, y protagonizada por la actriz española Cristina Brondo (Marga), secundada por los locales Federico Aimetta (Gabriel), Arnaldo André (Salva), Camila Bordonaba (Victoria) y Diego Cremonesi (Ignacio), Penumbra cuenta una historia mil veces narrada por el cine de terror y suspenso. ¿Trillada? Tal vez, pero no por eso menos inquietante, cuando -como en este caso- la acción discurre por carriles tradicionales que no desdeñan, sino que, muy por el contrario, ostentan un buen manejo del cruce de géneros.
Obsesiva, workaholic, algo paranoica y pasada de rosca, Margarita es una joven mujer española de paso por Buenos Aires, ciudad que detesta pero en la cual se ve obligada a trabajar dos meses por año para una agencia inmobiliaria. El film, para desgracia de Margarita, comienza con una profunda sensación de presagio: una joven colombiana, en busca de trabajo, se presenta en una extraña tienda de ropa y exhibe credenciales académicas para obtener un simple puesto de vendedora. La combinación es digna del mejor teatro del absurdo, sobre todo porque la actriz nos enjareta sus ridículos parlamentos con su mejor cara de nada.
Fade to black (Fundido a negro) y pasamos a Margarita, quien, sorpresivamente, de modo gradual y ominoso, comprende que sus potenciales inquilinos, que van sumando su presencia en el oscuro, húmedo y deprimente departamento en alquiler, tienen macabros planes de brujería y magia negra que incluyen un sacrificio humano: el suyo.
Acorralada y casi sin posibilidad de escape, Margarita tropieza con los mismos vecinos y obstáculos de modo predecible pero, para los espectadores, llamativamente llevadero y hasta ridículamente inquietante.
Con un eficaz guión que sólo por momentos se pierde en algún vericueto narrativo no del todo claro, y con buenas actuaciones por parte de víctima y monstruos perseguidores, Penumbra contiene más de una gema digna del recuerdo. Ejemplo: la mal hablada y displicente Margarita, quien detesta el país que la cobija momentáneamente y a la mayoría de sus habitantes, no vacila en espetar, cual típica maestra ciruela argentina (de profesora de literatura inglesa, en verdad), los pasajes más recordados del Paraíso perdido, de Milton, y hasta de la exquisita poetisa británica Christina Georgina Rossetti, una de las líderes del movimiento de vanguardia pre-rafaelista.
¿Un cóctel algo extraño? Y, sí. ¿Apetecible? También, qué duda cabe.