Santiago Mitre es uno de los directores argentinos más reconocidos de esta época, y también el más arriesgado. Con cada una de sus películas demuestra su capacidad para ir más allá y desafiar cuestiones temáticas y cinematográficas. Pequeña flor es otra muestra de ello, con sus personajes en medio de una situación límite, pero a la vez resulta ser su creación más libre.
Mitre parte de la novela de Iosi Havilio para indagar en un matrimonio de mediana edad que se las arregla para sobrevivir en un vecindario poco atractivo de Francia. Todo se complica cuando José (Daniel Hendler), dibujante argentino, pierde un importante trabajo. Lucie (Vimala Pons), francesa que habla más en español que su marido en francés, comienza a trabajar para que no falten ingresos. Él deberá quedarse en casa para cuidar a la hija de ambos, todavía bebé. Un cambio de vida para José.
Hasta aquí, una interesante exploración del costado más realista de una relación conyugal, con el agregado del choque de culturas por la diferencia de nacionalidades. Y nunca deja de ser una historia de amor, en la que el protagonista deberá luchar por salir de una crisis. Pero desde el vamos hay un factor menos realista y más original: el narrador es el vecino (Melvil Poupaud), un dandy devoto del jazz (no podía ser de otra manera), con el que José entabla una particular amistad. De hecho, al final de cada encuentro, José lo asesina de las formas más variadas y truculentas, dignas de un psicópata experto. Pero el vecino siempre está ahí al día siguiente, como si nada, para hablarle de la buena vida y aconsejarlo con el fin de que pueda afrontar sus tormentos maritales. Cada rutina de crimen y resurrección aporta elementos de comedia negra y absurda, que rompen con la solemnidad y suman a la frescura.
Al notable elenco principal se suma el siempre estupendo Sergi López. Aquí compone a un gurú especializado en terapia de pareja que incurre en métodos tan extravagantes como él mismo.
Al estilo de un Julio Cortázar pasado de ácido, Pequeña flor cautiva tanto como deja pensando, y sirve como aperitivo para el próximo y muy prometedor film de Mitre: Argentina, 1985.