No es demasiado frecuente, pero a veces las secuelas se presentan como guiadas por un propósito corrector: el de subsanar lo que en el original se hizo mal, o por lo menos mejorarlo. No es precisamente el caso de Percy Jackson y el mar de los monstruos , que llega tres años después de Percy Jackson y el ladrón del rayo . Que por cierto ofrecía un extenso campo para intentar perfeccionamientos. El torpe manoseo de la mitología en busca de entretenimiento para público juvenil no sólo continúa: quizás empeora un poco. Lo mismo pasa con la realización. Al rutinario Chris Columbus lo reemplaza un Thor Freudenthal, que parece completamente desinteresado de que lo que tiene que narrar debe atrapar el interés del espectador. Y algo parecido podría decirse respecto del multitudinario equipo encargado de los efectos visuales, cuyas invenciones no alcanzan a distraer de la mediocridad del relato. En otras palabras, que la secuela se revela como visiblemente innecesaria, lo que por cierto no es la primera vez que sucede en el cine actual.
En fin, ahí está otra vez Percy (el impávido Logan Lerman) luchando con el compromiso de estar a la altura de su divina ascendencia (aunque sólo en un 50 por ciento, es hijo de Poseidón) y salvar al mundo, misión que, dados los poderes con que cuenta, debe formar parte de sus obligaciones.
Ahora, como crece la amenaza de unos monstruos mitológicos que están desmoronando las fronteras mágicas del santuario donde residen y todos corren peligro, le ha llegado la hora de actuar. Deberá ir en busca del vellocino de oro, indispensable para lograr el triunfo, pero no lo hará solo, sino con sus amigos de siempre y hasta con un hermano cíclope que acaba de aparecer en su vida y que resulta la única novedad más o menos simpática entre tantos seres extraños, fruto de algún manual de mitología leído a las apuradas e interpretado con similar imaginación por el adaptador de las novelas (firmadas por un ex profesor de mitología de la secundaria) y por los presuntos expertos en generación de imágenes por computadora.
El viaje los llevará a lugares tan míticos como la península de Florida, Washington y el mismísimo mar de los monstruos, que no es otro que el Triángulo de las Bermudas. Y en el camino se cruzarán con toda clase de peligros mientras la pandilla juvenil intenta seducir al vasto sector de la platea que ha quedado huérfano de las aventuras de Harry Potter. Un objetivo que parece quimérico aun para semidioses y héroes mitológicos como éstos, aunque de vez en cuando tengan la gentileza de recurrir al humor.