La nostalgia en clave circense
En esta poco sutil comedia, la dupla de Dominique Abel y Fiona Gordon reivindica el más puro y simple humor físico.
Si Damien Chazelle realizó La la land porque añoraba los años dorados de los musicales de Hollywood, el dúo especialista en burlesque Dominique Abel y Fiona Gordon aprovecha Perdidos en París para homenajear al más cándido humor físico. El matrimonio circense no se subió recién a la moda de la nostalgia: Abel y Gordon demostraron esta inclinación en Rumba, que había traído a la pareja al país antes del estreno en 2009. Ellos se dedican al arte escénico hace varias décadas, pero Perdidos en París recién es la cuarta película que los encuentra juntos detrás de cámara, y la primera vez sin la colaboración de Bruno Romy.
Además de dirigir, Fiona y Dominique escribieron la película e interpretan a los protagonistas, que llevan sus mismos nombres. Fiona es una bibliotecaria canadiense que viaja a Francia por pedido de su tía, Martha, que se resiste a ser internada en un geriátrico a pesar de su incipiente demencia senil. La anciana desaparece apenas su sobrina pone un pie en París y Fiona termina tocando fondo (y esto es literal en las profundidades del Sena) tras perder todas sus pertenencias y quedar en la calle. El vagabundo Dom la asiste en busca de la anciana.
Cuando se conocen, tal vez la mejor escena de la película, parece haber un flechazo inmediato y, tras un divertido homenaje al cine de Jacques Tati, terminan bailando un moderno tango. A pesar de eso, el romance entre Fiona y el chaplinesco Dom parece siempre improbable, y Perdidos en París se destaca por esas combinaciones inesperadas, como la mezcla del humor bien negro con el candor del slapstick de antaño. Otra melancólica unión sorpresiva tiene como protagonistas a Pierre Richard y Emmanuelle Riva, en este último papel de la estrella de Amour e Hiroshima mon amour antes de su muerte.
La sutileza no es el fuerte de la película: no demuestra tanto interés por darle fluidez a la narración como por reivindicar a grandes figuras del pasado. El mayor ejemplo de esa nostalgia de Dom y Fiona tal vez se encuentre en permitirse la construcción de un mundo carente de villanos.