Amistades construidas sobre secretos
Siete amigos de la infancia y sus parejas, cuando las hay, se reúnen en una noche veraniega, con eclipse incluido. A alguien se le ocurre preguntarse cuántas parejas terminarían deshaciéndose si alguno de sus integrantes tuviera la desdichada ocurrencia de espiar el celular del otro. Eso es lo que sucede en esta comedia que expone algo más que cierto parentesco no demasiado ingenioso con El nombre del hijo.
A pesar de unos cuantos diálogos acertados -los que exponen alguna gracia más que los que intentan las pinceladas críticas sobre vicios y virtudes de los italianos-, la originalidad no va mucho más allá. Lo que se pone en marcha es un juego en el que se ven más o menos involucrados. Todos tienen algo que ocultar. La amistad confidencial tiene patas cortas en estos casos y los aparatitos con que la tecnología nos ha beneficiado para colaborar con esa libertad limitada no son precisamente discretos.
El problema aquí, que lo hay, es la acumulación. Son muchos guionistas, incluidos algunos actores que también hicieron su contribución. Hay por supuesto algunos aciertos, de ahí que los italianos hayan celebrado tanto la película, señal de que en varios casos los apuntes han dado en el clavo: el juego de masacre, que se multiplica a medida que se aproxima el final, explica parte del enorme éxito del film en su país.