La última película de Olivier Assayas, un thriller profundo disfrazado de historia de fantasmas con una atrapante actuación de Kristen Stewart, es una pequeña obra maestra imposible de quitarse de encima que deja al espectador sorprendido, no por su revelaciones, sino por su compromiso con lo abstracto y los tópicos acerca del dolor, la soledad y la mayoría de edad.
Stewart, que interpreta a una joven estadounidense que vive en París, transita y transmite notablemente la pérdida de su hermano gemelo mientras -aparentemente- se comunica con su espíritu, a la vez que hace malabarismos con las exigencias del guardarropas de su jefa/celebridad.
Al igual que a Maureen (Stewart), la compradora personal del título, esta película nos obliga a llevar la intuición al análisis de los procedimientos. Muchos aspectos de la historia están abiertos, y exigen que el espectador sospeche su relevancia y significados. Otros aspectos, principalmente la historia de fantasmas que es el núcleo de la película, nos piden que canalicemos la surrealidad de la película para comprender la importancia de esta presencia sobrenatural en la vida de Maureen. En cuanto a los eventos narrativos, Personal Shopper es bastante sencilla, pero la película te desafia minuto a minuto. Es imposible abandonarla, aunque no siempre puedas identificar porqué.
Si el camino de Maureen se dirige hacia la locura o la claridad es algo que finalmente desconocemos. En Personal Shopper, es sólo el viaje lo que importa. En este caso no para buscar entender, sino para experimentar un tipo de cambio más inquietante: uno que supone el cierre de etapas.