Same old shit
Hace veintiséis años la anécdota básica de la primer Pesadilla era sumamente original y efectiva: un difunto psicópata se dedicaba a martirizar a un grupo de adolescentes, inmiscuyéndose en sus sueños. Allí tenía poderes ilimitados, y si sus víctimas eran asesinadas en sueños, también morían de verdad. Freddy Krueger jugaba con sus presas como con ratones en un laberinto, regocijándose en su desesperación.
No debe existir adulto en el mundo que cuando niño no haya tenido miedo de soñar alguna vez, y en su esfuerzo por no dormirse, somnolientos y exhaustos, tomando compulsivamente café y otros estimulantes, los protagonistas de la franquicia han servido como atávicos vehículos de identificación. La idea fue explotada hasta el cansancio, en siete películas de estructura similar y calidad cambiante. Las hubo muy malas, regulares y hasta alguna buena, dependiendo ante todo de la imaginación para idear universos oníricos del director de turno. La primera estuvo muy bien, y supuso la introducción al personaje y la historia. En la tercera y mejor de las entregas, los sueños tenían una relación con los perfiles de los personajes, levantando cierto vuelo de a ratos.
Cabe preguntarse qué agrega esta remake y esta pretensión de nuevo comienzo a las entregas anteriores, y la respuesta es tan simple como inmediata: nada. Otra vez varios adolescentes se dan cuenta de que sueñan con el mismo tipo y que los está matando uno a uno, otra vez descubren que sus padres tienen un pasado en común con él. Una vez más comienzan a hacer guardias para vigilar el sueño del otro, y despertarlo ante cualquier indicio de agitación. Otra vez Freddy busca meter miedo raspando su garra de metal contra las paredes. Otra vez aparecen las niñas saltando a la cuerda y cantando ese infaltable "Freddy viene por ti". Hay escenas calcadas de la Pesadilla original, y los pequeños matices no aportan mucho: hoy Freddy está encarnado por Jackie Earle Haley (el pedófilo en Little children y el superhéroe Roschach en Watchmen) y el personaje gana en repulsión gracias a sus rasgos de marciano libidinoso, pero en cambio perdió presencia -Earle Haley nunca tendrá una mirada intensa como la de Robert Englund- En lugar de haber sido un infanticida, ahora Freddy tiene un ilustre pasado como pederasta, por lo que el actor continúa arriesgándose a ser lapidado en la vía pública.
Como la película no es un desastre de concepción ni de ritmo, se lleva bien y hasta logra dar unos buenos sobresaltos. Pero está claro que fue ideada para una nueva generación que nunca experimentó la franquicia anterior, o para espectadores sumamente desmemoriados.