La sacarina del espectáculo
A lo largo de su trayectoria como comediante Diego Capusotto ha demostrado ser un engranaje fundamental en proyectos colectivos de tono absurdo e inclinaciones irónicas como los recordados Cha Cha Cha, De la Cabeza y Todo por Dos Pesos: cada uno de aquellos ciclos fue sin dudas tanto un representante de su época en términos sociales como una maravillosa parodia de los puntos más ridículos del “vivir argentino” del momento. Cuando finalmente se lanzó en solitario con Peter Capusotto y sus Videos, ya sin Fabio Alberti de coequiper, las expectativas eran elevadas y los recursos mucho más que escasos.
El producto resultante no sólo lo posicionaba como un humorista extraordinario para el lamentable nivel de la escena nacional sino que además ponía en evidencia cuanto se podía alcanzar cuando se dejaban de lado la lógica del rating, la imbecilidad y la repetición perpetua: combinando videos musicales y sketchs cómicos, la propuesta funcionaba como un oasis dentro de una televisión -cada vez más devaluada y patética- que desconoce la originalidad. Tanto es así que la influencia y acidez metadiscursiva también se han sentido en el ámbito rockero, otro triste enclave que durante la última década ha caído en desgracia.
Luego del reconocimiento popular, la edición de los DVDs, los premios recibidos y hasta la publicación de un libro alegórico, estaba casi cantado el rodaje de una película con los personajes más celebrados por un público reducido pero extremadamente fiel. Peter Capusotto y sus 3Dimensiones (2012) cuenta con la distribución de Buena Vista y la dirección del infaltable Pedro Saborido, suerte de compañero de correrías en una etapa que muchos consideran la cúspide de su carrera. Aquí reaparecen clásicos absolutos como Bombita Rodríguez, Micky Vainilla, Violencia Rivas, Jesús de Laferrere y el gran Pomelo.
Sin embargo no estamos ante un simple vehículo para el lucimiento de Capusotto sino que más bien debemos hablar de un film autónomo con una premisa orientada hacia una continua paráfrasis con eje en la denuncia de izquierda de la omnipresencia contemporánea del entretenimiento, del cual la tecnología 3D es apenas la “punta del iceberg”. Haciendo alarde de una enorme lucidez e inteligencia, la dupla dispara un sinfín de dardos contra la preponderancia de los medios masivos de comunicación, los distintos desfasajes en relación al devenir cotidiano local, la ignorancia del ser humano promedio y el macro conformismo.
A rasgos generales se puede afirmar que el convite es similar al programa televisivo aunque sin el componente musical, con un mayor presupuesto y hoy aludiendo más a la “sacarina del espectáculo” que a los vaivenes y estereotipos de la cultura rock (aún así se extraña el increíble archivo de Marcelo Iconomidis). Se agradece la oportunidad de tener una obra argentina de esta envergadura para disfrutar en salas cinematográficas: si fuera por el resto del panorama todo sería costumbrismo bobalicón, mamotretos mainstream, sonseras artys festivaleras y/ o “películas excusa” para cobrar el consabido crédito del INCAA…