Cuando al flamante ex corresponsal extranjero de la BBC Martin Sixmith alguien lo pone al tanto del caso vivido por Philomena Lee, califica el relato como una historia de interés humano. Nada podría definir mejor el contenido de esta equilibrada realización de Stephen Frears. Que es bastante más que la dramática historia de la mujer que pasó medio siglo soñando con descubrir el paradero del hijo que le habían arrebatado de pequeño (para entregarlo en adopción), las monjas del orfanato en que estuvo recluida por su condición de madre soltera. Es la historia de la búsqueda que, con el periodista como aliado y guía, emprende una vez que ha confiado el "vergonzante" secreto a su hija, es decir la historia del libro que dio origen a este film. Por tratarse en buena parte de esa búsqueda y de las sucesivas revelaciones a que conduce, conviene no detenerse demasiado en detalles.
Pero el film no sólo avanza en esa dirección. También crece en el rico juego dramático que propone una pareja tan extraña y discordante como esta del profesional experimentado, escéptico y descreído, y la mujer sencilla, inocente y compasiva que a pesar de los todos los golpes sufridos conserva la fe y está más dispuesta al perdón que a la venganza. No puede haber concepciones del mundo y actitudes frente a la vida más opuestas que las que exhiben un personaje y otro y sin embargo -también por la increíble química que hay entre Judi Dench y el comediante (y aquí coguionista) Steve Coogan-, la sutil conexión humana que crece entre ellos y hasta parece hacerse visible constituye una de las principales fortalezas del film.
Algunos flashbacks alcanzan para recrear los orígenes del caso y al mismo tiempo abrir el relato en otra dirección, la misma que en Magdalene Sisters , aunque en feroz franco tren de denuncia, abordó como director Peter Mulan, el excelente actor de los films de Ken Loach: entonces también se trataba de uno los muchos hogares religiosos fundados en el siglo XIX en Irlanda para asilar a mujeres abandonadas por sus familias, víctimas de la condena social o prostitutas. Tales hogares (que ya no existen) habían sido convertidos en lavanderías, donde las internadas expiaban sus pecados trabajando sin paga, sin descanso y sin perspectivas de liberación en un régimen de disciplina extrema. De allí había visto Philomena cómo un auto lujoso se llevaba una mañana a su hijito, por el que ya no tendría derecho a reclamar.
Con la ayuda de Sixmith y con mucho coraje llegará a conocer la verdad, lo que derivará en un tercer capítulo más breve, pero igualmente conmovedor. El mayor mérito del film reside precisamente en el rigor con que Frears esquiva todos los peligros que lo acechan: no hay manipulación, ni tintas cargadas, ni sentimentalismo. Sí en cambio, un inteligentísimo empleo del humor. Y por supuesto un admirable par de actores, lo que no sorprende en el caso de Dench, aunque aquí, sin abandonar el carácter, se muestre especialmente sensible y a ratos también deliciosamente graciosa.