Pinocho

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

En los créditos de dirección de Pinocho figuran Guillermo Del Toro y el animador Mark Gustafson (aquí responsable del trabajo con stop motion), pero se impone la impronta del méxicano. Toma la obra de Carlo Collodi, publicada entre 1882 y 1883, ya adaptada con frecuencia -sobre todo en los últimos tiempos- y le da un giro más afín a sus preocupaciones.

La premisa es la de siempre: Geppetto, un humilde carpintero, crea un muñeco de madera que se llama Pinocho y, hada mediante, cobra vida. Un ser entrañable, que interactúa con otras personas y vive aventuras. A partir de ahí, Del Toro narra otra epopeya protagonizada por un ser fantástico, distinto al resto, que es incomprendido por gran parte de su entorno humano, o se lo pretende utilizar con fines oscuros. Para empezar, ahora la acción sucede durante los años 30, en la Italia fascista. Geppetto (voz de David Bradley) vive con Carlo, su hijo (Gregory Mann). La felicidad termina cuando el chico muere al caer una bomba en la iglesia donde el hombre estaba trabajando. Incapaz de soportar el dolor, crea una especie de niño de madera. Un hada (Tilda Swinton) le da vida a Pinocho (también con la voz de Mann), que se muestra afable y travieso, pero porque está descubriendo el mundo al que acaba de despertar. Inicialmente es visto como una manifestación demoníaca. Sin embargo, pronto capta la atención por otros motivos: Podestá (Ron Perlman), un funcionario del Duce, pretende que se una a la facción juvenil para luchar contra los enemigos de la patria. Por otra parte, el Conde Volpe (Christoph Waltz), dueño de una feria ambulante, lo obliga a trabajar como títere estrella -y el único viviente- de su espectáculo infantil.

Una vez más, Del Toro balancea los elementos fantásticos (no falta la ballena ya clásica, y se suman otras criaturas) y la recreación de época (con aparición del mismísimo Benito Mussolini). También logra enriquecer la aventura con drama, humor y altos niveles de complejidad. Un tono más arriesgado que el de las típicas producciones infantiles, aunque nunca olvida la esencia de Pinocho: el amor y los detalles que de verdad nos otorgan humanidad. Se observa en el protagonista y en otros personajes, como Spazzatura (sonidos, no voz, de Cate Blanchett), la mona asistente de Volpe que aprende a querer al niño maderoso, y Sebastián J. Grillo (Ewan McGregor), el narrador de la historia y residente del propio muñeco andante. El director sigue sin esconder las sutilezas a la hora de disparar sobre figuras represivas y manipuladoras, lo que también es parte de su sello.

Con su versión de Pinocho, Guillermo Del Toro contribuye a refrescar un clásico que trasciende fronteras y edades.