Piraña

Crítica de Celina Alberto - La Voz del Interior

Piraña 3D: molida nada especial

Cinco minutos de Richard Dreyfuss, en una de sus más olvidables apariciones, son lo mejor de esta película que no hace demasiado esfuerzo en disimular el trazo grueso, descuidado, con el que se construyó un poco apurada y alrededor del morbo. El género impone decibeles de erotismo y pánico sin demasiados rodeos, adolescentes en la histeria eterna, una eterna previa que la trama ubica en el feriado norteamericano de primavera, en una ciudad costera llena de chicos lindos y chicas con ganas de sacarse la parte de arriba de la bikini. En eso se ocupa la mitad de la película, planos generales, medios y detallados de todas las versiones, colores y tamaños de topless, en juegos porno soft entre chicas salidas de un catálogo de conejitas Playboy y amagues de acción que siempre interrumpirán ellas, las pirañas.

Elisabeth Shue es la alguacil del pueblo donde aparecen las pirañas prehistóricas que infestan el lago. Es la madre de un adolescente tentado (y cooptado) para la producción de una película porno arriba de un yate y de dos nenitos que deja al cuidado del mayor y que, por supuesto, van a quedar a la deriva a la primera de cambio. Elisabeth, desperdiciada, tiene el peor de sus momentos poco después de caer al lago infestado de pirañas, cuando descubre el cadaver mutilado de Dreyfuss y que desemboca en una escena donde, completamente seca y peinada, mira el horizonte como si se hubiera olvidado de sacar las milanesas del freezer.

El resto serán avalanchas de sangre y carne picada abajo del agua, momentos de cine z y gusto bizarro que, en el intento de parecer verosímiles no fraguan en nada particular, ni siquiera en sus propios desbordes.