Por amor al jamón
Así como de este lado del Atlántico los estudios Pixar funcionan casi como una garantía en el mundo de la animación, del otro lado del océano los estudios Aardman vienen forjando una gran tradición de películas (cortos y largos) realizados en su mayoría con la técnica del stop-motion. Es difícil definir la fórmula que los ha llevado a producir esta serie de películas íntimas, cómicas, tiernas y dulcemente anárquicas, pero ¡Piratas! Una loca aventura confirma una vez más que estos chicos saben lo que hacen. Peter Lord vuelve a dirigir después de la pequeña gran maravilla que fue Pollitos en fuga en el año 2000, primera incursión del estudio en el largometraje. Una vez más encontramos esas caras y expresiones que ya conforman algo así como la huella de identidad de Aardman.
Más allá del gran trabajo en la animación, del uso impecable de la cámara y de la fluidez narrativa, dos elementos resultan esenciales en Piratas: el humor y los personajes. El humor, como en toda película de Aardman, sobra. En cada plano, en cada secuencia los chistes se multiplican, se acomodan en un segundo plano, como al pasar, o estallan en plena pantalla (como una gigantesca ballena que viene a aterrizar frente a nuestras narices), se modula, funciona siempre con el timing perfecto, aparece de forma inesperada, con planos cortos y risas que crecen por acumulación. Los chistes de Aardman no son laboriosos, no cuestan, no se siente el esfuerzo que implicó su preparación: aparecen como un pez con sombrero y siguen su curso. Ese humor se alimenta de lo absurdo (en la tradición del humor inglés), de lo anárquico (la villana de esta película inglesa no es otra que la mismísima reina Victoria, gran encarnación de las jerarquías monárquicas y tradicionalistas del país), también de lo metatextual. Pero si Piratas se ríe hasta cierto punto de las tradiciones de los relatos de piratas y su iconografía, no lo hace de la forma canchera que ha patentado ya una saga como Shrek, sino con todo el amor y la iconoclastía de, por ejemplo, Los muppets: un relato "infantil" que no subestima a los niños y tampoco se desespera por llenarse de guiños para los adultos.
El otro elemento, como en toda gran película clásica, son los personajes. Definidos en principio con trazos simples (el pirata con bufanda, el pirata albino, el pirata de las curvas sospechosas), estos anti piratas no crecen por profundización sino simplemente por afecto. En esta familia embarcada, el centro es, como se anuncia desde el principio, algo así como la mascota pirata: el "loro". Fuente de ternura infinita, este loro será el centro de la trama improbable de la película, de la crítica a Inglaterra y de esta familia que debe atravesar la disolución para volver a formarse más fuerte.
Por debajo de esta historia de piratas fluyen otras historias, otros relatos, que se superponen en una superficie brillante y atractiva. Por otro lado, la técnica del stop-motion alcanza una plena sensación táctil gracias al 3D. A diferencia de la animación por computadora, que intenta aprovechar la dimensión extra para darle profundidad a un mundo compuesto por 1 y 0, el stop-motion se logra a través de un mundo real (aunque pequeño) que se posa frente a la cámara cuadro por cuadro. En este mundo hiperreal, el 3D agrega capas y superficies y nos acerca de una forma nueva a este universo ficcional.