Vuelve José Celestino Campusano pero esta vez decide enmarcar su historia en un terreno que le es más ajeno y en el cual no parece terminar de sentirse cómodo; con Placer y Martirio.
Campusano se arriesga a hacer su propio retrato sobre la clase alta y pone como protagonista a una mujer, dueña de su propia empresa pequeña, casada y con una hija adolescente con la que no se entienden ni relacionan demasiado.
Delfina (Natacha Mendez) es una mujer que se encuentra insatisfecha con su vida. Tiene un buen pasar económico pero siempre podría tener uno mejor. A su marido ya no lo toca y los únicos momentos en que parece pasarla bien es cuando sale con sus amigas en busca de alguna conquista. Así conoce a Kamil (Rodolfo Ávalos), un empresario multimillonario, uno de esos hombres que por negocios se la pasan viajando y no se privan de conocer mujeres en el viaje. “Seguro de sí mismo, culto y un caballero de verdad. Y encima ha sabido hacer dinero, de en serio”, lo define Delfina. Es que Kamil la encandila inmediatamente, para quien pasa a ser poco a poco una obsesión.
Al principio ella parece ser muy correspondida y logra sentirse especial en la vida de este señor, pero de a poco la va arrastrando a diferentes humillaciones y dejadas de lado que ella nunca termina de afrontar y aceptar. Delfina sigue empeñándose en estar bella y disponible para él, dejando en un segundo plano todo lo que pasa en su trabajo, en su familia o en su casa, donde la presencia de su empleada doméstica es lo único que parece poner un poco de orden.
Las amigas de Delfina no ayudan, terminan siendo mujeres que por más que sean bellas y exitosas, son tan insatisfechas y están tan aburridas de ellas mismas que buscan un poco de emoción (es decir, sexo) en cualquier lado y de cualquier manera.
Si bien la idea de la que parte Campusano puede parecer atractiva, en su desarrollo termina fallando. Por un lado, aunque el guión sabe todo el tiempo a dónde quiere ir, apuntar, en su retrato no logra conseguir ser verosímil, no importa cuánto se empecine él en conocer gente que haya pasado por lo mismo. Eso sumado a la no actuación de sus protagonistas, algo muy común para este director que no trabaja con actores profesionales y que por lo visto no logra desempeñarse como director de actores, deriva en más de un momento de comedia involuntaria. Filmada de manera más prolija a lo que acostumbra, lo cierto es que por momentos se acerca más a un culebrón que un drama con tintes oscuros como lo que pretende ser.
“¿Y si la infeliz terminas siendo vos al lado de él?”, le pregunta su amiga al comienzo de la película, adelantándose a todo lo que va a vivir después.