“Plaza París”, además de ser un drama social, es una coproducción que reúne a Brasil, Portugal y Argentina. Su guionista y directora Lucía Murat, desde sus inicios en el cine en los años 80, siempre apostó a los temas sociopolíticos y que atañen a la mujer.
La historia central es la de dos mujeres de estratos sociales antagónicos. Mientras se muestran los límites de hasta dónde puede llegar la empatía en la relación de una psicóloga con su paciente, se ve un Brasil violento pero voluptuoso, bello pero sangriento. El mismo que ya no es el mítico país aquel de “la alegría es solo brasileña”. Un país que tuvo recientemente elecciones, de riquezas pero también de extrema pobreza, donde a veces sobrevivir lo es todo.
El guión toma como eje central la identificación de dos mujeres que provienen de universos muy distintos entre sí, por la educación que recibieron y, entre otros temas también, por el trato que percibieron de sus respectivas familias de origen.
Gloria, una de las protagonistas principales, encarnada por la actriz Grace Passo, es quién lleva la voz cantante del film. Su fuerza habla de los silencios que tragan las peores cosas de su vida, silencio que en el diván por fin encuentra una vía de escape y que hace que su dueña crea encontrar por fin un lugar donde expiarlo, confesarlo y extinguirlo para poder seguir. Es un personaje fuerte a pesar de las vicisitudes que la delinean. Camila es una jóven psicóloga que va a Brasil para terminar su tesis para el doctorado en su especialidad y le toca atender a Gloria, ascensorista de la facultad donde ambas trabajan.
Cabe aclarar que la Plaza París, lugar elegido por la guionista como título de su película, situada cerca del centro de la capital brasileña y planteada a modo de los jardines versallescos, fue parte de un plan urbanístico que pretendía convertir a Río en otra ciudad, una ciudad europea. Parece la metáfora de un sueño truncado. Veleidades de Latinoamérica, si se quiere. La directora con este film devela las diferencias de un país violentamente dividido entre negros y blancos, entre ricos y pobres, hombres y mujeres, ciudadanos bien y favelados y europeos y brasileños. Muestra la naturalización de ese miedo, la banalización de la vida humana, de mujeres y hombres que no son visibles, muertes de prensa, cuyo espanto solo dura un día, de historias que nadie quiere escuchar o que nadie pronuncia y con la fotografía delata los pensamientos bullentes no siempre dichos que terminan en muerte o en la huída, en el mejor de los casos. Y se vale del miedo transformado en paranoia de la psicóloga para hablar del miedo y paranoia del blanco hacia el negro y hacia la favela. Lo que late en Brasil. Los silencios la puja y una lucha que silenciada o no, que no cesa.
Con un elenco que lleva a la máxima potencia a sus personajes, con la presencia del actor argentino Marco Antonio Caponi, la música, compuesta por André Abujamra y Marcio Nigro, acompaña de buena manera y con una fotografía a la altura de la historia, que en los planos exteriores apoya a las escenas. Desgarradoramente real.