Al igual que otro de los estrenos de esta semana (Con el diablo adentro), aquí también la acción será captada por las cámaras que tres estudiantes secundarios utilicen para retratar su extraño hallazgo. Durante una fiesta en medio de un bosque, encontrarán un túnel que los llevará hasta un prisma que les otorgará el poder de controlar objetos con la mente. Torpes en sus primeros minutos de superhéroes, la telequinesis irá cobrando cada vez mayor fuerza hasta volverse incontrolable. La ira hará que lo que comenzó como una sorprendente habilidad se convierta en una mortal maldición.
El concepto de cámara subjetiva se ve aquí demasiado forzado con respecto a propuestas similares del género fantástico (Cloverfield, podría ser un ejemplo) e incluso por momentos, y de manera inexplicable, se alterna con la lente objetiva, arruinando parte de la magia propuesta desde un inicio. Los primeros minutos tras obtener estos poderes (cuyo origen nadie se encarga de intentar explicar) son los más logrados de una película que sale perjudicada cuando decide ponerse en un rol solemne y aleccionador. La interminable persecución final parece imitarse a si misma una y otra vez casi hasta el cansancio.